- Y todo ello sin comprometer al Banco Central Europeo, tal y como desea Alemania.
- Sin embargo, se retrasan 'sine die' los eurobonos.
- Y el presupuesto comunitario, congelado.
- Todas esas directrices de la Unión perjudican a España, que verá alargados los ajustes en el tiempo a cambio de capitalizar sus peores bancos.
Se suponía que la cumbre del G20 celebrada en Los Cabos (México) iba a servir para que Estados Unidos, Francia y el Reino Unido leyeran la cartilla a Angela Merkel (en la imagen) pero lo cierto es que la canciller ha sabido torearles con mucho estilo. De hecho, mientras las veinte primeras potencias mundiales se reunían en México, en Bruselas -capital europea- se confirmaban las tesis germanas. En primer lugar, habrá pacto fiscal, un eufemismo que quiere decir que la ortodoxia alemana de ajustes fiscales ya no será sólo una obligación de cada país miembro sino que se llevará desde la Unión Europea, es decir, desde Berlín. Los presupuestos de cada país deberán ser aprobados a priori por el Consejo Europeo. Y quien aprueba los presupuestos, aprueba naturalmente los ingresos fiscales y los gastos. En plata, la política económica de los 27 Estados miembros -salvo la de los dos que se han negado a firmar, Reino Unido y República Checa- se hará desde Berlín: ¡Viva la soberanía nacional!
No sólo eso, sino que la Comisión comunicaba en la mañana de martes que la Europa bancaria sería un hecho, al rebufo del plan de rescate de la banca española. Europa bancaria es otro eufemismo aún más forzado, un proceso que lleva al objetivo de que la regulación y supervisión de todos los bancos europeos sea común, previsiblemente controlada por el BCE.
Son los dos objetivos favoritos de Merkel y, curiosamente, en Europa ha dejado de hablarse de la propuesta que no le gusta a doña Angela: la puesta en marcha de los eurobonos. Si tomamos distancia, el asunto no deja de resultar curioso: una Europa unida que vigila y aprueba los presupuestos nacionales, que vigila y aprueba la salud bancaria… pero donde no existe unidad en la emisión de deuda. Es como si la Dirección General del Tesoro se independiza del Ministerio de Finanzas del que forma parte. La razón es que los alemanes se encuentran muy cómodos pagando un 1,5% de interés por el mismo bono por el que España paga un 7%.
Y todas estas medidas alemanas perjudican a España, país financieramente débil y con un nivel de vida inferior al de la Europa Central. Sin embargo, Mariano Rajoy está dispuesto a ceder la primogenitura por el plato de lentejas de los créditos -ojo, créditos, no donaciones- para salvar los bancos españoles en crisis. Menudo negocio.
Y encima Rajoy no ha conseguido arrancar a Merkel la promesa de que el BCE ayude, de una santa vez, a España comprando deuda en el mercado secundario, donde cotiza a un pavoroso 7%.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com