Sr. Director:

Soy profesor de Religión católica en varias escuelas del País Vasco y en una de ellas me sucedió algo curioso.

Habían llegado varios alumnos islámicos al centro y por las razones que fueran debían quedarse en el comedor escolar. Más pronto de lo que tardo en escribirlo, se planteó la necesidad de respetar sus comidas (en lo mas básico me imagino). Cuando terminaron de aceptarse esos requisitos y se dio orden a la cocina, yo planteé que, como católico, cuando llegaran los viernes de Cuaresma, pedía que se me preparara un menú, no especial, sólo que no tuviera aquello que la abstinencia cuaresmal "pide", por ejemplo que "los macarrones no tuvieran chorizo". No pedí que me hicieran otra comida, sólo que en el momento de condimentar un plato se hiciera de otra forma. La respuesta es que "eso eran tonterías y que ya estaba bien de extremismos. Que si no quería comer el chorizo, que lo apartara y lo dejara al borde del plato y asunto resuelto.

Bueno, eso debe ser el equivalente al derecho universal ése del que habla el artículo de Ángel Miret.

Carlos José Mantilla

papa@marincarcedo.com