El otro día, mi hijo de 13 años, visiblemente preocupado, se me acercó para preguntar: Oye papa, cuando el otro día dijiste que si te obligaran a votar entre Stalin, Hitler y Gallardón tendrías muchos problemas para elegir entre Stalin y Hitler hablabas en broma, ¿verdad?
Al principio opté por una respuesta académica, tal como aclararle que se trataba de una hipótesis teórica, es más, de una hipótesis imposible. Pero es lo que tienen los chavales, que no son eruditos pero son sabios, que no son pedantes, que son, en suma, lo contrario de un intelectual, que no es erudito en nada y pedante en todo. Tuve que intentarlo por otra vía y la final, me rendí y confesé, como en el viejo chiste del búho y el culo, que no, que no votaría ni Hitler ni a Stalin. Pero aún ahora, no tengo claro, ¡ay dolor!, si he mentido a mi hijo.
9 de noviembre, Santa María la Real de la Almudena, patrona de Madrid. Ofrenda Floral, procesión de la imagen de la patrona por el Casco Viejo capitalino. El alcalde de Madrid, don Alberto Ruiz-Gallardón, aspirante a la Presidencia del Gobierno por la derecha progresista, naturalmente- española, sube a la Tribuna y plagiando sin el menor recato a San Francisco de Asís, nos exhortaba a la grey: Donde haya odio, ponga Madrid Amor, dónde haya oscuridad, que Madrid ponga luz (sutil indirecta, entiendo, a Iberdrola y Fenosa),etc.
La exhortación es bella y apropiada. Especialmente si la ejecuta quien, 24 horas antes, aparecía en el diario La Razón, junto a su señora, hija del ministro franquista Utrera Molina, la ministra socialista de Cultura, intelectual Carmen Calvo, la dama del teatro Nuria Espert, y la hija de la dama del Teatro, concejal Alicia Moreno, brindando en el gaymonio del director del INAEM, quien ha perpetrado homomonio con su pareja de hace 29 años, lo que sin duda, exige una celebración en toda regla.
Esta vez, el oficiante no fue Gay-ardón, pero el alcalde de Madrid ha tiempo que perdió la virginidad en la materia. Ocurrió el pasado mes de julio, cuando unió (será un error hablar de concubinato, dado que para ello se necesita hombre y mujer) a dos sodomitas, egregios miembros del Partido Popular.
Días después, casualmente, el Arzobispado de Madrid, el mismo que presidía la Eucaristía del jueves 9 de noviembre, y escucha a las bellas cantigas franciscanas (¡Paz y Bien, Gay-ardon!) del señor alcalde, emitía una nota (ver texto completo) en la que recordaba a los políticos católicos la necesidad de no dar escándalo negando con sus hechos la doctrina católica sobre el matrimonio.
Por eso había cierto morbo en saber si el señor alcalde se acercaría a comulgar, como ha hecho en otras celebraciones y si, el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Antonio María Rouco Valera, le retiraría o no la Sagrada Eucaristía.
En Estados Unidos y Canadá, actitudes de políticos como Gallardón, que libremente se confiesan católicos y luego predican el aborto o el gaymonio, se han encontrado con obispos que, sencillamente, les han negado la comunión, en cumplimento de la vieja norma de que más les valdría colgarse una piedra de molino y arrojarse al mar.
En cualquier caso, por el momento ya sabemos que hemos pasado de las zapateriles ansias infinitas de paz, a las gallardonales iluminaciones de las tinieblas por parte de Madrid, seguramente a través de energías renovables.
Además, los residentes en Madrid sabemos que podemos contar con un alcalde franciscano, más bien fraticelli. En cualquier caso, está claro que Madrid bien vale una misa. Al menos para Gallardón
Y a todo esto, ¿qué hago si me obligan a elegir entre Gay-ardón, Hitler o Stalin? A quién voto, ¿a Hitler o a Stalin? La decisión es compleja. Y sólo ruego, al supremo iluminador Gallardón, que mi hijo no lea este artículo.
Eulogio López