A los revoltosos de Pozuelo de Alarcón les han condenado a una docena de fines de semana sin beber alcohol. Es una injusticia y podría provocarles un trauma.

Los chavales se han pasado un pelín, estamos de acuerdo. Asaltaron una comisaría, quemaron coches policiales, aterrorizaron a una población y dejaron con heridas graves a dos policías. Ahora bien, dejarles sin curda los viernes durante un periodo tan prolongado de justicia sólo se le puede ocurrir a una mente homicida, cruel y cavernícola. ¿Qué será lo próximo? ¿Quitarles el móvil?

Me comenzaba un diputado que, durante el debate del miércoles, se habló en el Congreso de los Sucesos de Pozuelo. Sus señorías piensan a lo político. Por tanto, la gravedad de los hechos se resumía de la siguiente forma:

¿Qué hubiera pasado si uno de los policías, con tripa en función de tórax, pateados en el suelo por cuarenta energúmenos borrachos, hubiera sacado el revólver y hubiera dejado seco a varios de ellos?

Es que a los políticos les preocupa la estabilidad. Lógico, la estabilidad es lo que posibilita que no se produzcan estallidos sociales, siempre desagradables porque provocan un cambio de dirigentes políticos, incluso más allá de la monótona alternancia Gobierno-oposición, lo que debe ser evitado cuidadosamente. La estabilidad es el primer mandamiento del político que pretenda seguir siéndolo por tiempo indefinido.

Pues bien, debo concluir que los policías de Pozuelo son unos héroes. Prefirieron ser víctimas de una injusticia antes que hacerla a otro, como dijo el viejo Cicerón. Lo que les pedía el cuerpo es sacar su arma y disparar. Los bárbaros que les humillaban se habrían dispersado inmediatamente, porque estos chicos son valientes mientras disfruten de superioridad numérica o táctica frente al adversario, pero sólo en ese caso.

Sobre las armas de fuego albergo un sentimiento contradictorio, que tiene mucho que ver con la polémica sobre su venta o prohibición. Por una parte -es la cara- no me gustan: un arma blanca exige enfrentarse al adversario, olerle el sobaco. Un arma de fuego puede matar a distancia. No hace falta coraje para emplearla, sólo mala leche.

Por otra parte, es la cruz, un arma de fuego posibilita a un hombre débil, o a una mujer, defenderse del matón, porque la relevancia de la fuerza física pasa a un segundo lugar. Un hombre débil puede proteger a su familia con un rifle. 

En cualquier caso, los policías de Pozuelo son verdaderos héroes: pudieron emplear las armas y no lo hicieron. No me extraña que se hayan visto un tanto sorprendidos por la decisión judicial.

Por lo demás, insisto, lo de Pozuelo sólo tiene el doble arreglo de, a corto plazo, mano dura con los salvajes; a largo, volver a Cristo. O Cristo o calimocho.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com