Siete turistas españoles han sido asesinados en Yemen y seis soldados españoles fueron asesinados en Líbano. Al parecer, los naturales de la piel de toro nos hemos convertido en enemigos de los musulmanes justo con Rodríguez Zapatero como presidente, el inventor de la Alianza de Civilizaciones. Se ha acabado el periodo de gracia del 11-M, el gran triunfo del terrorismo yihadista en el mundo porque, por medio del asesinato de 192 personas se consiguió un cambio de gobierno. Pero a la fiera nunca se le satisface con caricias. Al final, acaba mordiendo la mano.
El respeto, incluso el amor, a la vida del hombre occidental es otra de sus muchas herencias cristianas: la vida es un don de Dios, por tanto algo nobilísimo y alegre, y aunque el cristiano crea en una vida después de la muerte, no puede desear el tránsito pues "sólo Dios conoce esa oración" (Chesterton). El primer motivo de amor a la vida es la gratitud al Creador, la maravilla ante el don recibido sin ser solicitado.
El fanático que ayer se empotró contra los coches de los excursionistas españoles no es un mártir, porque el mártir muere por los demás, mientras que el fanático muere para matar a los demás, siguiendo el principio policial, que no religioso, de que lo fácil es matar, lo difícil es huir. El terrorismo islámico lo tiene más fácil: sus asesinos no quieren escapar. Así cualquiera, es como aprobar los exámenes estudiando. Por eso, también resulta más sencillo acabar con el terrorismo de ETA que con el de Al Qaeda.
La diferencia entre mártir y fanático radica justamente ahí, y es una de las diferencias entre el cristiano occidental y el islámico o, simplemente, el ciudadano oriental. Esas son las dos civilizaciones que se disputan la primacía de la raza humana en el siglo XXI y nunca podrán entenderse porque para la una la vida es una don de dios, por tanto, don supremo, mientras que para la otra la vida es un medio para un todo –panteísmo ecologista- o para un dios vengativo que sabe más de fe que de esperanza y de caridad.
Esto no significa –evitemos este sofisma argumental- que Cristianismo e Islam estén fatalmente obligados a enfrentarse de forma violenta. Hablamos de un duelo pacífico, de una tensión permanente entre dos cosmovisiones, dos filosofías y dos modos de vida que, sencillamente no pueden entenderse porque sencillamente son antitéticas: blanco y negro, agua y aceite. Y conste que la antítesis de fondo es la frontera insalvable entre Cristianismo y panteísmo, no exactamente entre catolicismo e Islam, que a fin de cuentas no es más que una caricatura torpe de la fe cristiana con ribetes de eclecticismo oriental. Por eso, nada más tonto, que el sustrato de la Alianza de Civilizaciones, que la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, explicaba de esta guisa: "Todas las culturas son igualmente respetables mientras respeten a las demás". Pues no, el ser humano, por racional, no se puede conformar con respetar a los demás: eso es mera educación y buena crianza. La persona, por racional, necesita una razón –a ser posible razonable- para vivir. Lo del respeto a quien no piense se da por entendido, como el valor a los militares.
Es evidente que la civilización cristiano-occidental (judeo-cristiana, si lo prefieren) es muy superior a la civilización islámico-oriental. Tan distintas que entre ellas puede haber respeto, pero no alianza. Occidente siempre vencerá a Oriente, porque es una cultura superior y -no se me escandalicen- verdadera… salvo que Occidente entre en guerra civil, salvo que la civilización occidental se suicide. Eso es, justamente, lo que ahora está ocurriendo.
De la Alianza de Civilizaciones como mero tratado político, un pelín oportunista, podríamos esperar, al menos, una solidaridad verbal de los países islámicos (por ejemplo de Turquía) con los españoles asesinados. ¡Qué menos! Pero ni eso.
En este lado de la barrera tenemos a los británicos, que desprecian la vida tanto como ZP, que también están suicidándose… pero todavía no han caído en la idiocia. Por eso, el mismo día en que los civiles españoles eran masacrados en Yemen, la ministra del Interior británica Jacqui Smith prometía "sangre, sudor y lágrimas" contra el enemigo común, mientras ZP seguirá recitando su salmodia pacifista. Y recuerden, nada más peligroso para la paz que el pacifismo. Los pacifistas como ZP no aprenden ni del ataque de El Líbano ni de los asesinatos del Yemen.
Eulogio López