Hasta que un proceso no tiene nombre no hay manera de definirlo, ni de catalogarlo, ni de mencionarlo. Ahora ya tenemos el nombre: banca en la sombra. No es el mejor descubrimiento del siglo pero ya es algo.
Por banca en la sombra entendemos los fondos de inversión de pensiones, los fondos buitre o los de capital riesgo. Gestionan dinero de los demás, o dinero de deudas con terceros, por un monto total de 75 billones (billones europeos) de dólares. Para darles ventaja vamos a traducirlo por 50 billones de euros. Es decir, como cincuenta veces el PIB español, es decir, como cincuenta Españas. Aunque el gobernador del banco de España, Luis María Linde, asegura que la banca en la sombra es escasa en nuestro país, las cifras hablan por sí solas.
Son bancos, porque tienen depósitos e inversiones, pasivo y activo, pero no están sometidos a regulación alguna: ni coeficiente de recursos propios ni inspección de reguladores, ni nada que se le parezca.
Y operan de forma transfronteriza, porque los depósitos los tienen en Pernambuco y las inversiones en Sebastopol. También pueden desaparecer de cualquier país en pocos días y dejar colgado a quien haya menester. Y pueden hundir cualquier empresa. Por ejemplo, la especialidad de los fondos de capital riesgo es trocear empresas y reducir plantillas. A eso se le denomina eficiencia.
Es curioso que mientras nos llenamos la boca con los mercados financieros no son banca son, sobre todo, fondos. Es decir, sociedades sin alma, como las sociedades anónimas, como los bancos pero es que, además, la banca en la sombra tampoco tiene rostro. Todos ustedes saben quién es Emilio Botín, pero nadie conoce a los gestores de Pymco. De hecho, nada hay más opaco que este poder en la sombra. Pues bien, Pymco gestiona unos recursos similares al PIB español. Al PIB, no al presupuesto nacional, que es lo que gestiona Mariano Rajoy, más o menos ocho veces menos. Y por cierto, Botín como banquero, con todas las críticas anexas a su condición, realiza una función social, la banca universal. Pymco, dirigida por Bill Gross (en la imagen), se dedica a destrozar tejido productivo ajeno en beneficio propio.
Alguien debería hacer algo, pero ningún político se atreve, porque además de rostro la banca en la sombra también carece de patria. Así que, o los gobiernos del mundo se ponen de acuerdo para ponerles coto o, como ocurre con los paraísos fiscales, nadie les pondrá coto jamás.
Eulogio López
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