Lo cuenta la prestigiosa página mexicana Yoinfluyo.com: legalizar la prostitución sólo conduce a mayor prostitución y, con ello, a más mafias de la prostitución. Se degradan prostitutas, clientes y empresarios pero, eso sí, con un incremento importante del negocio.

En España, es la prensa, especialmente la prensa progresista, la más interesada en la legalización, dado que, convertida en el catálogo obtiene espléndidos créditos de los anuncios de contactos, tanto hetero como homo, a veces rozando la pederastia.

De todas formas, tal y como explica Yo Influyo cuando habla acerca de la división en el movimiento feministas entre partidarias y contrarias a la legalización, lo que llama la atención es la des-moralización del debate, lo que le convierte en un diálogo de besugos muy superficial. Recuerden que, a la postre, lo único que le está prohibido al progresista es el juicio moral, la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Ahora bien, si renunciamos a esa capacidad, al juicio de valor, no sólo estamos renunciando a la moral, sino al pensamiento, o colección de juicios de valor. Quiero decir que el debate no está en si la legalización aporta seguridad a las prostitutas, sino en si debe haber mujeres que vendan su intimidad por dinero.

Dicho de otra forma, si debe haber algún debate no es el debate entre la legalización o la ilegalización de la prostitución, sino sobre si la prostitución debe no debe existir. La respuesta es no, por lo que la sociedad debe combatirla con todos sus medios, que consisten, principalmente en el muy moral medio de alejar a las prostitutas de la prostitución, independientemente de los triunfos o fracasos que se cosechen en el intento, que el fracaso no es moral, sino estadística, es decir, es sólo lo que ocurre, sino lo que debería ocurrir.

Y lo que debe ocurrir es tomar la puerta de salida de una sociedad que, como ninguna otra en toda la historia, ha profanado el cuerpo de la mujer.

Eulogio López