El último Consejo de Ministros aprobó de forma unilateral una reforma de la ley de educación que va contra el sentir mayoritario de los padres con hijos en edad escolar. Por ese motivo he querido releer la famosa carta que escribió Jean Jaurés a su hijo. Fue diputado por el Partido Obrero Francés en 1889 y fundador del periódico LHumanité. Consiguió unir bajo su liderazgo a los socialistas franceses, formando la Sección Francesa de la Internacional Obrera. Contrariamente a nuestros gobernantes, tenía mucho sentido común y pocos prejuicios hacia la religión. Señalo algunos párrafos:
Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te la enviaré jamás.
¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?
Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos de los romanos, y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte, ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?
En las letras, ¿puedes dejar de conocer a todos los grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?
Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón
¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarl la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras
Hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas Si no estamos obligados a imitarlas, debemos, por lo menos, comprenderlas, para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido hij convéncete de lo que te dig muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión; pero todo el mundo desea conocerla
Te sorprenderá esta carta, hijo mío, pero es preciso que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación
Pilar Crespo Álvarez
pilarcrespo@terra.es