Todo tiene un precio. Busca concienciar a la sociedad sobre la presencia de los estupefacientes como un producto que lleva al despilfarro. La idea creativa de la acción descansa sobre la aseveración: Lo más peligroso de las drogas es olvidarnos de lo que realmente son.
La droga se trajina en un entorno marginal de indigencia y malaventura. Son las chozas en las que residen otros tantos clanes que vegetan en situaciones quebradizas. Hace un tiempo, la totalidad de los que constituían estos núcleos eran hispanos de etnia calé, a esa población se ha ido uniendo, con el arribo del éxodo, lusitanos, rumanos, de la misma estirpe procedentes del Este de Europa, musulmanes y subsaharianos.
En estos suburbios de chabolas pocos alcanzan las cuatro décadas de existencia. Se conservan más de 2.000 chamizos clandestinos y unos 40.000 mortales de distintas patrias. Lo endeble y frágil de las edificaciones, la escasez de manga de agua potable, de luminaria y de las exiguas condiciones sanitarias, más la depauperación, son el entorno rutinario. Asombra mirar a los críos contentos, andrajosos o desnudos, indiferentes a su cruel realidad, retozando entre la bazofia y los acopios de basura. El espectáculo es tan maléfico que estremece el corazón.
Una humanidad aparte, son ajados moradores que han renunciado a la lucha por su acomodo. Con el estigma que provoca la marihuana, la fijeza hueca, y apenas sin mantenerse firmes, se mueven amasando jeringuillas usadas, para canjearlas por otras sin estrenar y trajinarlas.
El vacío de Dios, ¿no lleva a la desesperanza? La desesperanza conduce a la deshumanización. El hombre sin Dios se deshumaniza y se hace enemigo hasta de sí mismo.
Clemente Ferrer Roselló
clementeferrer@yahoo.es