No por conocida la noticia es menos preocupante. La cruda realidad es que Microsoft, sin plan PIVE ni gaitas, obligará a cambiar el sistema operativo de millones de ordenadores, tras decidir, unilateralmente, que dejará de dar soporte técnico a Windows XP y el Office 2003.
Como saben, el martes de esta semana se cumplió la 'amenaza': la jubilación anticipada del popular sistema operativo y de las citadas herramientas de ofimática. No es ninguna tontería. Esa decisión pone en riesgo a los millones de ordenadores que no se modernicen. Los virus, en este caso, serán como los polvos que traen, Dios sabe cuándo, los lodos. En plata, te obligan a rascarte el bolsillo para comprar un nuevo producto... en un subsegmento en el que los chicos de Bill Gates (en la imagen) funcionan como un práctico monopolio.
Estamos en la parte empresarial de uno los vicios contemporáneos más arraigados: la obsesión por una versión nueva de algo que mejore lo anterior. Que se necesite o no es lo de menos. Lo nuevo siempre es más bonito, aunque sea más hortera, y más eficiente, aunque lo anterior funcionara estupendamente.
Ocurre con los teléfonos móviles, con los automóviles, con las televisiones y, cómo no, con los productos informáticos. Todo se nos queda viejo en seguida. Siempre hay una endiablada nueva versión que nos obliga a cambiar de chip, por los píxeles, los rayos catódicos, la goma de neumático, o la calidad de imagen. Todos, a comprar.
Lo malo de la decisión de la compañía fundada por Bill Gates es que no tiene nada que ver con el consumismo, como lo anterior, sino con el afán desmesurado de ganar más. Se ha puesto en el lugar del consumidor y ha decidido, sin ser él el consumidor, que volvamos a consumir más de lo suyo, porque lo que compramos en su día ya no sirve.
Y es que, para mayor pitorreo, la propia compañía ha advertido que ya no lanzará más actualizaciones de seguridad, ni parches de errores, ni mejoras de contenido técnico. ¿Saben lo que quiere decir eso Que los usuarios de XP y Office 2003 podrán seguir utilizando el 'software', pero quedarán más expuestos a ataques cibernéticos.
Y lo curioso es que casi nadie protesta. Nos hemos acostumbrado a callar ante el atropello de las grandes multinacionales.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com