El espectáculo de la derecha española es curioso. Por un lado, tenemos a un Mariano Rajoy absolutamente atónito ante lo que está ocurriend la labor del Gobierno Zapatero puede, y hasta debe, calificarse como desastrosa. El PSOE va a lo fácil. En política, lo difícil siempre es la economía y la demografía. Lo fácil, lo que los hombres de Mr. Bean definen como lo social es el divorcio express, el matrimonio gay, la matanza de embriones o la anticoncepción a la carta para adolescentes. Bueno, eso, y retirar las estatuas de Franco, que, como diría Felipe González, viene a ser como pisarle la cola al león después de muerto.
Así que el nuevo PSOE ha decidido dejar que la economía marche sola. La mejor política económica es la que no existe. Por ejemplo, la reforma fiscal se deja para 2007, es decir, para la próxima legislatura, la política de vivienda se paraliza y la reforma energética se retrasa un mes tras otro y ya se dice que mejor hablamos de 2007.
Sin embargo, las encuestas le dan la razón, y el PSOE no sólo mantienen la diferencia lograda con el PP el 14-M y conseguida en 3 días- sino que esa diferencia tiende a aumentar. Pero don Mariano no sabe cómo reaccionar y entonces quien reacciona es José María Aznar, con un vídeo más acertado en sus acusaciones a la manipulación de Zapatero en el 11-M que en la defensa propagandística del anterior Gobierno, culpable último de su debacle. Verbigracia: comparar, como hace en el vídeo de MAR la masacre colectiva islámica con los atentados de ETA no es creíble. Y recuerda, MAR, muchacho, la primera regla de la comunicación: no digas lo que la gente no está dispuesta a creer, ni aunque fuera cierto... que en este caso no lo es.
La derecha anda más despistada que un pulpo en un garaje. Entre otras cosas, porque lleva tanto tiempo traicionándose a sí misma que ya no sabe ni cuáles son los principios que le dieron vida. Rajoy acusa a Zapatero de liderar el gobierno más radical de la historia de la democracia. ¡Ojalá, hijo, ojalá! Lo que Rajoy califica de radical no es más que progresía barata, radical en lo social, como se dice ahora, sin con ello decir nada. La progresía no tiene nada de radical: le encanta la estabilidad política y el capitalismo económico. Su lema podría ser: aborto libre y gratuito y ahora ya podemos forrarnos de dinero.
A la izquierda le ocurre algo parecido, sólo que desde el éxito electoral, que no desde el fracaso. Y cuando se está en el poder nadie se cuestiona su coherencia a los principios digamos fundacionales. Total, que son los católicos los que no pueden respirar en el ambiente social actual, los que necesitan un instrumento que canalice sus aspiraciones en el plano social. Créanme, la máxima aspiración de la izquierda y la derecha actuales es la estabilidad política. Y nada más estable que el mantenimiento de todo, nada menos cambiante que el cementerio. Es decir, el único radicalismo existente, deseable y necesario, consiste en la vuelta a los principios cristianos. Y esos principios cristianos pueden resumir en tres: vida, familia y justicia social. Tres principios que tras tanto centro reformismo y tanto socialismo light, propio de bebedor de agua, son el acabóse del romanticismo. Son, de hecho, el único romanticismo posible. Por muchas cuestiones que nos llevarían demasiado lejos, la libertad religiosa, hoy la libertad pública más amenazada.
Ningún partido con representación parlamentaria defiende estos principios, y lo más curioso es que de muchas mentes no hay manera de apartar la identificación entre cristianismo y derecha. Ahora bien, ahora mismo, en España, tenemos, o bien la ultraderecha xenófoba, sin ningún amor a la vida y tendente a la violencia, o tenemos la derecha inspirada en principios cristianos, principios de los que dependen todos los demás dentro de eso que hemos dado en llamar valores.
Ahora hagamos balance de aquello con lo que contamos. Por una parte, el laicismo obsesivo de Zapatero ha provocado que algunos empiecen a recuperar esas ideas de la izquierda que no son más que idea cristianas que se han vuelto locas. Hay gente en el PSOE que no soporta ya tanta burla a los creyentes y tanta complacencia del señor González con los multimillonarios. Con el señor Botín, sin ir más lejos.
Por su parte, en el Partido Popular, tras 8 años de poder, es decir, 8 años de olvido de esos principios, están los que vienen de la gran purificación del centro reformismo. Políticos que escondieron sus principios en el cajón y que ahora libres de la soga del poder, están deseosos de dar rienda suelta a sus convicciones. Pero es evidente que esa coherencia es imposible de mantener en el Partido Popular de Mariano Rajoy. Para ser más concret la aparición de esta tercera vía, un partido político cristiano, sin el cual la transición a la democracia temo que siga inconclusa, hay que romper el Partido Popular. Ningún momento mejor que ahora, con un Rajoy convencido de que la mejor manera de ganar las elecciones de 2008 es no hacer nada.
Y a esa ruptura del PP y de los cristianos del PSOE e IU habría que unir una pléyade de partidos que han sido coherentes con esos principios cristianos, no niego que en parte porque estaban libres del peso de la púrpura, pero el caso es que los han mantenid Familia y Vida, Partido Social Europeo, CTC, Solidaridad Internacional, etc. Porque, a la postre, la herida abierta en la democracia española es que un país de mayoría cristiana no tiene representación política ni tan siquiera próxima al cristianismo. Y eso no deja de resultar un poco rarote.
Eulogio López