Manuel viene de Emmanuel, que significa Dios con nosotros, motivo por el cual Saco ha entablado un duelo con su inexistente creador. Su artículo Fuego Amigo constituye una blasfemia en toda regla, transcrita con el único objetivo de fastidiar al Padre Eterno que no existe- y a los cristianos que, como creo haber dicho más de una vez, no somos los que creemos en Cristo sino los que amamos a Cristo. Manolo, eso sí, todavía cree en la existencia de los hombres, pero ya se sabe que lo uno lleva a lo otro
Algunos me aconsejan que calle, porque no hay mejor desprecio que no hacer publicidad al publicista pero si no lo hago temo caer en lo que Chesterton denuncia en su novela La Esfera y al Cruz. La trama nos habla de un nervudo escocés que, tras observar en un escaparate un artículo blasfemo contra Santa María, se empeña en batirse en duelo con el librepensador autor del libelo. Chesterton no arremete contra el blasfemo ni contra el escocés celoso del honor de su madre. No, el autor arremete contra el mundo, contra el poder, que considera locos, precisamente locos, a ambos duelistas e intenta encerrarles en un manicomio, porque ambos constituyen un peligro para la sociedad adormecida que no cree en nada pero no tolera que alguien crea en alguien o en algo.
Quiero decir que Saco no es un enemigo de los católicos. Su cristofobia supone un acto de fé en todo lo que niega, sus gargajos sobre la Iglesia, sus vómitos sobre el Cristianismo son la demostración bastante molesta para el prójimo, ciertamente- de su ansiedad por ser redimido, es decir, la viva imagen del hombre del siglo XXI. Porque, ¿cómo odiar lo que se niega? Saco niega todo lo sagrado, salvo la sagrada blasfemia de arremeter contra lo sacro.
De todas formas, animo a los periodistas de ZP, como ejercicio terapéutico, a embestir contra el Islam con la misma vehemencia que la que empitonan al cristianismo. Venga, Manolo, échale redaños. Te ofrezco algunas ideas:
Alá, que no existe, era un extraterrestre travestido que se dedicaba a preñar a vírgenes. También debes glosar que su portavoz, el profeta Mahoma, era un aficionado a las putas, productor de futuras víctimas de los imanes por su empeñar en hacer parir como conejas a sus huríes terrenales, con el objetivo de producir imbéciles crédulos. Y la red de mezquitas, claro está, no son más que una multinacional empeñada en oprimir a sus clientes para aumentar su poder y su riqueza con una engañifa propia de estafadores paranoicos. ¡Ah!, y el gran muftí de El Cairo es un poco mariquita, a fuer de homófobo, naturalmente.
Venga, Manolo, échale un par. Porque, hombre convendrás conmigo en que la obsesión anticristiana te sale gratis. El extraterrestre travestido ordenó a sus seguidores poner la otra mejilla. Ningún católico, y te aseguro que no por falta de ganas, te va a romper la crisma por tu enésima blasfemia contra el Redentor, pero de los islámicos, mismamente de los residentes en Lérida, no puedo responder con idéntica seguridad. Es decir, que insultar a Alá constituye un deporte de riesgo, algo digno de tu gallardía y de tu señorío. Ánimo, chavalote.
Lo mejor no es olvidarnos de Manuel Saco sino encomendar a Dios al blasfemo que le insulta y leer el pasaje del Evangelio (un libro más escuchado que leído, como alguien lo definió) sobre la festividad cristiana del Día: la Epifanía, los magníficos Magos de Oriente que la historia ha elevado a Reyes, como debe ser.
Lo dicho Manolo: rezaré por ti. Es inútil que intentes evitarlo: no puedes.
Eulogio López
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