Dice mi amigo holandés que su país es muy pequeño, así que necesita reafirmar su identidad a golpe de efecto. De efectos especiales. Si no surge un Johan Cruyff, pues los pobrecitos holandeses se ven obligados a casar a un príncipe, a crear el barrio rojo (putero, para nuestros lectores hispanos, menos amigos de eufemismos) o a legalizar la eutanasia.
Y legalizaron la eutanasia. Claro que la cosa no dio mucho de sí, porque la novedad tiene la vida breve y al final el personal considera que cada pueblo tiene la legislación que se merece… y que se fastidien los viejecitos de las Tierras Bajas, que tiemblan cada vez que el sobrino les lleva al hospital, especialmente si el sobrino cuenta con algún médico amigo en la plantilla.
Pero, naturalmente, con las aberraciones siempre ocurre lo del viejo aforismo: Todo puede empeorar. Por ello, un hospital holandés, para ser exactos el hospital universitario de Groningen (créanme, lo mejor es que no lleven a sus hijos a estudiar a Groningen; Vladivostok ofrece mayor seguridad), acaba de firmar un protocolo para actuar en caso de niños con enfermedades graves, supuestamente incurables, ergo, supuestamente suprimibles (el niño, no la enfermedad).
Lo del protocolo es muy gracioso, porque lo que significa, simplemente, es que los padres, convenientemente asesorados por los médicos, deciden que maten a su hijo (sin dolor, ¿eh?, que no estamos entre salvajes). De paso, los holandeses se cargan el Estado de Derecho, dado que ningún Parlamento ha aprobado tal medida: Simplemente, el protocolo consiste en que los médicos, como los antiguos romanos a determinados delincuentes, arrojen a los niños por la roca Tarpeya, con la promesa de que no serán molestados por la justicia. Ya saben, como lo del aborto: No legalizamos, pero sí despenalizamos. Do you understand?
A todo esto, al parecer, los niños no son preguntados al respecto, pero es que son menores de edad. La obsesión actual de la cultura de la muerte consiste en que, una vez conseguido que el niño no es persona hasta que ha sido inscrito en el Registro Civil (un hecho biológico y genético definitivo), tampoco es persona hasta que piensa por sí mismo, lo que antes se llamaba tener uso de razón. Algo que algunos comienzan a lograr a los 7 años de edad, otros a los 21 y algunos ministros a los 60. Y esta es la razón, también, por la que la progresía ha optado siempre por el control de natalidad en lugar del control de mortalidad, o eliminación de la tercera edad a partir de los 69 años, cuando ya sólo consumen y no producen: lo que ocurre es que haces una encuesta entre los sesentones y resulta que ninguno se quiere morir. Los muy egoístas.
Así que ya tenemos la eutanasia infantil, justo cuando nuestro Mr. Bean, es decir, ZP (Alfonso Ussía se empeña en bautizarle "Mister Yes"). Me niego, Zapatero es Mister Bean, el único personaje capaz de acumular tanta insensatez como ignorancia, como muestra nuestra máxima autoridad nacional, se dispone a lanzar otra de sus maravillosas campañas progresistas en España: la eutanasia. De la mano del cineasta Amenábar, a quien los medios públicos están lanzando su nueva película, "Mar Adentro", Zapatero se dispone a sorprender con un nuevo anuncio progresista: La instauración de la eutanasia en España. Graso error: Lo que tiene que hacer es promocionar la eutanasia infantil, mucho menos peligrosa porque los niños no votan y porque su permanencia en La Moncloa depende de los abuelos, no de los infantes.
Y a todo esto, los que tanto ansían la muerte (más bien pocos): ¿Por qué no se suicidan? Porque la eutanasia presenta tan desagradable añadido: que es un suicido (el peor de los homicidios, que diría Chesterton) y un asesinato al mismo tiempo. El suicida compromete a un tercero, en este caso al médico, para llevar a cabo su propósito. La precitada película de Amenábar es la historia de un tetrapléjico que quiere que le maten. Pues bien, resulta que sólo un 99% de los tetrapléjicos españoles coinciden con él. Lo que quieren es justamente lo contrario: vivir.
En cualquier caso, la novedad holandesa me preocupa a título personal: Si están dispuestos a matar, con dignidad eso sí, a niños defectuosos u ancianos invalidados para la producción, lo mismo la toman conmigo que soy sordo de un oído. Que esto de empezar a cargarse minusválidos o disminuidos, todo es empezar.
Eulogio López