Sr. Director:
Las horas de cincuenta minutos para la comida y los 1.200 euros que cada vez dan para menos, pese a lo que diga Pazatero (no es una errata), han propiciado una moda alumbrada en los centros de trabajo y bancos de los alrededores, para mayor gozo de las palomas.
La nueva costumbre de comer de fiambrera, ha servido a los más avispados para hacer virtud de la necesidad ajena, lucrándose con esta extendida corriente de llevarse la comida de casa. Actualmente podemos hablar de una floreciente industria montada para satisfacer las necesidades de todos aquellos que comen de fiambrera. Dicho negocio no se limita sólo a la fiambrera o tupperware o simplemente taper. Como habrá que portarla en alguna bolsa y hacerlo en una del Lidl queda muy cutre, el mercado nos brinda una variopinta oferta de bolsas que, al igual que las fiambreras en sí, denotarán la casta social del individuo en función de su precio. Siempre ha habido clases. Pero pasen y vean las cosas buenas y bonitas que traigo hoy en mi manta.
Directamente desde Londres, para el caballero más selecto, para la señorita más refinada, bolsas plastificadas de ‘Jarros', con tickets de compra y todo, a 20 euros, oiga. Sí, también tenemos la de los ositos. Bragas hoy no he traído, mi reina. Para los ricos, para quienes quieran aparentar serlo aunque el euribor les esté jodiendo la úlcera, esa bolsa guapa de ‘Jarros'. Pero no se preocupe si usted es pobre, o tan rancio como para preferir las gratis del Carrefour, porque también tenemos sensacionales imitaciones made in Taiwán del taller clandestino del señor Chen, a sólo 3 euros. Y qué sentido tendría la bolsa sin una fiambrera dentro.
Tenemos las Laken, las mismas que vende El Corte Inglés por 20 euros, nosotros a 19,95 y la voluntad, pero sin ticket. De acero inoxidable y con asa abatible, para mejorar su transporte. También las tenemos plegables, guapa. Pero si andas escaso de fondos, te podemos hacer un precio sin competencia con las de plástico, igualmente garantía del señor Chen, firma de prestigio en los bajos fondos. No en vano él registró las siglas CH antes que Chanel, y por eso afirma que los bolsos originales son los suyos, y encima más baratos. Qué tiempos aquellos en que la gente no competía por los aperos de la pitanza. Antes bastaba con el maletín clásico de toda la vida, donde el marido elegantemente llevaba la camiseta de tirantes para cambiarse en verano, el diario EL PAÍS y el bocadillo de chorizo de Pamplona envuelto en papel de aluminio. Ahora, como dicen que vivimos en el estado del bienestar, lucimos fiambreras y bolsas de postín, aunque tengamos que comer a trote gorrinero y con animales a la vista, ya sean la jefa o un perro que no le quita ojo a tu menú portátil.
Por eso yo creo que la recién promulgada ley de la igualdad consiste, entre otras cosas, en que sin distinción de sexo toda España coma de Rodríguez durante las cuatro estaciones del año. Y mientras, el homónimo que se fue en un Airbus a Harrods para que sus seres queridos y la suegra pudieran llenar sus bolsas de compras, nos cuenta en La Primera que a ti y a mí nos va muy bien.
Fernando Solera Asís
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