Sr. Director:

El anuncio del ex-senador y actor Fred Thomson, proclamando su intención de presentarse a las primarias del Partido Republicano para competir en las elecciones presidenciales de 2008, es una muestra visible más de cómo la política puede devenir en un espectáculo, a veces grotesco, y de cuánto importa la imagen pública en los tiempos que corren.

Se achaca a Kennedy el ser la primera persona que "conquistó" al público con sus indudables dotes telegénicas, sin embargo, lo que era un hito en la historia de la política, va camino de convertirse en un paso necesario para incorporarse a este "servicio público". En este campo, si bien los norteamericanos han sido pioneros, no sólo ellos han producido "telelíderes". Sin ir más lejos, recordemos a Berlusconi y sus años de gobierno. Reagan, ahora elevado a los altares del neo-liberalismo, es otro producto evidente de la fuerza de la imagen, como ahora lo es el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. Es indudable que la fuerza de la imagen debe ser y es muy tenida en cuenta, pero la cuestión es si la persona que resulta elegida lo es por un programa concreto de gobierno o porque da bien en cámara. Hoy en día, cualquier puesto de presencia pública se cotiza a precios astronómicos, ya sea desde la presidencia de un equipo de fútbol o la pertenencia a una academia de renombre. Y esto, pienso yo, que no lo es por simple dedicación desinteresada, si no porque es la mejor propaganda que nadie puede tener. Si la política es poder, la imagen es su arma más poderosa.

Diego Contreras Espina

dcontespina@hotmail.com