El informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada sobre libertad religiosa que publicábamos en nuestra anterior edición -y que no ha gustado a los medios informativos progres, que lo han despachado en dos líneas- habla de que la persecución religiosa arrecia en el mundo. Pero ojo, bajo el epígrafe de libertad religiosa puede entenderse que se persigue a los musulmanes, a los judíos o a los budistas o a los agnósticos. Hombre no, todas esas confesiones sufren persecuciones mínimas. A quien se persigue ahora mismo, y desde hace un siglo, es a los cristianos. Entre otras cosas, porque el resto de confesiones tiene su protección civil, estatal y hasta militar. Los musulmanes cuentan con muchos estados, ejércitos y grupos terroristas que les apoyan, al conjunto o cada una de las ramas del Islam (sunitas, chiítas, salafistas, etc.).

Incluso los budistas -que molestan poco al poder- cuentan con la protección de la tiranía china y del peligroso movimiento panteísta hindú, que reina en la administración de Nueva Delhi y que resulta, además, furiosamente cristófobo. En cuanto a agnósticos y ateos tiene la mejor de las protecciones: la del propio Occidente cristiano, donde los gobiernos practican el suicidio ideológico de marginar sus propias esencias cristianas. Los cristianos, y en especial los católicos, no tenemos defensa política alguna, sólo somos víctimas, porque nos está prohibido responder a la ofensa con violencia y porque el Vaticano es un Estado de la señorita Pepis, que cuenta con pocas divisiones acorazadas.

Resumiendo: el problema de la libertad religiosa en el mundo es la persecución a los cristianos, cada día más generalizadas, cada día más cruel. Y en sus dos vertientes: marginación en Occidente y persecución física en Oriente. El resto pertenece al nebuloso mundo de los eufemismos.

Hispanidad

redaccion@hispanidad.com