José Luis Mendoza es uno de esos tipos con una agenda repleta de tiempos muertos. Como se aburre, lo mismo se marcha a misionar en Santo Domingo con sus ocho hijos, como luego vuelve a Murcia y convierte un monasterio en ruinas en una de las universidades más activas del mundo hispano, que en ocho años cuenta con 6.000 alumnos, aspirantes a 17 titulaciones. Ahora ha organizado un seminario, uno más, dedicado a la educación y la familia, y para demostrar que su universidad es un templo de la cultura, el Congreso se ha celebrado en el propio templo, el magnífico templo, en su día convertido en una pocilga por el modernismo desamortizador, y ahora rehabilitado.

Y como se aburre por falta de tarea, los actos de graduación que preside, en presencia de autoridades civiles, eclesiásticas y hasta militares, no los dedica a hablar de cultura ni del universo laboral. Prefiere decirles que tienen que arrepentirse, pegar su alma al corazón de Cristo y hacerse santos. Es, entonces, cuando puede verse el regocijante espectáculo de contemplar a las precitadas autoridades colocando, ora su pierna izquierda sobre la derecha, ora al revés, ora mirando al techo, ora mirando al suelo, atusándose el bigote, saludando a su primo hermano presente entre el público o, en general, haciendo como que no oye. En cuanto se les habla de Dios, los poderosos se vuelven pudorosos.

Y como le seguían sobrando huecos en la agenda, el fundador y presidente de la Universidad San Antonio de Murcia es padre de 14 hijos. Loor a él y a su esposa, desconozco si por ese orden. La verdad sea dicha: el Camino Neocatecumenal, la obre creada por Kiko Argüello, tiene que ser algo grande para producir gente como Mendoza.

Al Congreso Internacional sobre Educación y Familia no ha faltado nadie. Yo distinguiría la intervención en este Congreso del obispo de Castellón, Juan Antonio Reig, responsable de Familia en la Conferencia Episcopal Española. Me gusta Monseñor Reig, porque es un guerrero que sabe situarse en el campo de batalla. Hoy, enterrado el siglo XX, el siglo de las ideologías, nos encontramos ante una batalla bien distinta: la del Cristianismo contra el modernismo, ahora denominado Nuevo Orden Mundial. Si lo prefieren, la batalla de hoy es la de la Iglesia contra Naciones Unidas, instrumento del Nuevo Orden Mundial y de la globalización progre. Y si lo quieren en genérico, la batalla es entre el Cristianismo y el panteísmo renacido en forma de New Age. O si les gusta más, la batalla es entre el pueblo y la elite de la masonería, hoy más activa que nunca aunque con otros ropajes. O si les agrada, la pugna es entre la verdad y el relativismo, la de los Diez Mandamientos contra la Carta de la Tierra del señor Mijail Gorbachov. Llámenlo como quieran, que estaremos hablando de lo mismo.

La Iglesia, dice Monseñor Reig citando a Juan Pablo II, considera que el hombre y la mujer son tan distintos como complementarios. El Nuevo Orden Mundial, trufado de feminismo radical (quizás una reiteración), considera que el hombre y la mujer son adversarios, que el primero sojuzga a la segunda y que la segunda debe liberarse e imponer su perspectiva de género.

El Nuevo Orden Mundial considera que el hombre es un elemento más de la naturaleza, en paridad de estima con el ecosistema, la fauna y la flora. Para el Cristianismo, el ser humano es hijo de Dios y la naturaleza ha sido creada para estar a su servicio.

El Cristianismo considera, dice Reig, que hombre y mujer sólo son libres en el hogar. Fuera de él, en el mundo laboral y social, todo es competencia y contraprestación, mera libertad para competir.

El Cristianismo no creyó nunca en la lucha de clases. El Nuevo Orden Mundial - recuerda el obispo de Castellón, por boca de los grupos feministas que manipulan las conferencias de la ONU, por ejemplo la Conferencia de Beijing- considera que el error del marxismo fue centrarse en la lucha de clases, en lugar de en la guerra de sexos. El objetivo, afirma el Nuevo Orden, ha dejado de ser el plutócrata o el especulador; ahora, en el siglo XXI, el enemigo no es el rico, es el varón. Ni que decir tiene que todos los millonarios del planeta se sienten muy a gusto con el Nuevo Orden y muy a disgusto con la Iglesia.

El Cristianismo considera que la clave, señala Reig citando al Papa, está en dos palabras: Identidad y diferencia. Los dos sexos nos son iguales, de hecho, no pueden ser más distintos. Y deben sentirse orgullosos de su identidad sexuada. Para el Nuevo Orden, hay que borrar toda diferencia entre los sexos, por lo que la alianza entre feminismo y mundo gay es una realidad desde hace un par de lustros. No es de extrañar, a fin de cuentas (esto no es de Monseñor Reig, sino mío), que el feminismo empiece siendo cretinismo y acabe en lesbianismo.

El Nuevo Orden separa amor y sexo. El Cristianismo considera que si se separa el amor del sexo, se fastidia el amor y se fastidia el sexo. Naturalmente, si se separa amor y sexo, aún con más razón, se separa sexualidad y procreación. Por cierto, Reig prefiere no hablar de personas homosexuales, sino de personas con tendencias homosexuales. En efecto, repitamos una vez más: nadie nace homosexual. El tercer sexo no existe, es una simple degeneración de los otros dos.

El Cristianismo -afirma mi obispo favorito- considera que detrás del muy utilizado, también en instituciones católicas, concepto de género se encuentra una ideología diabólica (las feministas no tienen ningún problema en aceptar a los demonios, entre otras cosas porque como ángeles que son han superado la perspectiva de género). Por cierto, otra genialidad de Reig en la que yo no había caído : cada vez se habla menos de sexo y más de género. Esto me recuerda a aquella peliculilla lamentable de la que sólo se salvaba el título : ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?. Las feministas tienen miedo a la palabra amor, pero ahora empiezan a tenerlo al concepto de sexo : se quedan con género.

Así, el principal objetivo del Nuevo Orden Mundial consiste en terminar con el matrimonio y la familia.

La verdad es que la ideología de género conduce, simplemente, al final de la humanidad. ¡Coñes, a ver si era esto de lo que estábamos hablando!

Y pasando del Nuevo Orden Mundial, de la neoyorquina ONU, a la madrileña Moncloa, Reig considera gravísima la nueva asignatura sobre homosexualidad y perspectiva de género que se les va a impartir a los escolares españoles del próximo curso. Ya se sabe, los lavados de cerebro deben comenzar desde la más tierna infancia. Los promotores del Nuevo Orden, muchas veces ocultos bajo el término de desarrollo sostenible, saben que el hijo es el padre del hombre y que lo que se aprende antes de los doce años no se olvida jamás. Y lo que es más grave, apenas se cuestiona durante el resto de la vida.

Sólo queda algo por añadir. La situación es desesperada, pero no grave. La suprema estulticia del Nuevo Orden y la tristeza que va a generar prefiguran lo de siempre: que Cristo ganará otra batalla. A fin de cuentas, aunque el coste de la libertad humana sea grande, la guerra del bien contra el mal es una película de John Wayne y no una tragedia griega: el bien siempre gana.

Eulogio López