Recordarán nuestro lectores que en pasadas ediciones informábamos sobre el proyecto brasileño debatido en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra de considerar la homosexualidad como un derecho humano. De haberse aprobado la propuesta impulsada por el Ejecutivo Lula y el Partido de los Trabajadores de Brasil, la homosexualidad habría pasado a formar parte de la arquitectura de los derechos humanos. Una medida propagandista, pero eficaz. Porque, a partir de entonces, se podría perseguir desde la citada Comisión a todo aquel que afirmase el origen patológico de la homosexualidad.
Pero, afortunadamente, la propuesta brasileña no ha prosperado. Apoyaron a Brasil, la Unión Europea y Argentina. Porque el eje Lula-Kirchner va más allá de la cuestión económica. Brasil y Argentina fortalecen Mercosur y fomentan el intercambio mercantil. Pero también consensuan sus políticas respecto al proyecto norteamericano ALCA, exigiendo la eliminación de los subsidios agrícolas. En el fondo, se trata de ofrecer una alternativa autóctona frente al imperialismo estadounidense. Pero no sólo. Se trata también de estrechar los lazos ideológicos que unen a ambos mandatarios. Nexos izquierdistas con dejes "pseudoprogres": aborto y homosexualidad. Como el PSOE. "Nihil novum sub solem".
Afortunadamente, la jugada ha salido mal. Pese al apoyo entusiasta de la Presidencia irlandesa de la Unión Europea (¡!), África, Asia y Estados Unidos han mostrado su rechazo a semejante desatino. Un rechazo compartido por 3.500 representantes de 300 asociaciones de 50 países congregados recientemente en el III Encuentro Mundial de Familias celebrado en México. "Esta iniciativa contradice la naturaleza y dignidad humana y las instituciones básicas de la sociedad: familia y matrimonio", concluye el documento de conclusiones del III Congreso Mundial de Familias.