Angela Merkel y François Hollande han dicho que protegerán el euro. Naturalmente, se ha interpretado como que, sea el BCE o el fondo de europeo de rescate, comprarán deuda española. Todo ello al grito de "hay que tranquilizar a los mercados".

Esta historia ocurrió en la tertulia económica del programa La Linterna, cadena COPE. Mi interlocutor se empeña en hablar de los mercados financieros, entes sensibles que necesitan ser constantemente serenados. De no ser así, nos arrean en los morros. Pero, atención, no es culpa suya: ellos son imparciales, objetivos, ecuánimes. Somos nosotros los que nunca ahorramos lo suficiente y ellos los que se ven obligados, muy a su pesar, a llenarse los bolsillos a costa de machacarnos.

Le contrarío, asegurando que los que están causando la ruina de la deuda soberana española son, principalmente "bancos alemanes", el mismo país que se niega a apoyar a España. Entonces, mi interlocutor, insisto persona inteligente y profesor de Economía, me acusa de caer en el paranoide mundo de las conspiraciones.

Nada más lejos de todo eso, respondo: no vivimos en la era de la conspiraciones sino en algo muchísimo peor: en la era de los consensos, es decir, en la sociedad de los borregos. Una serie de dirigentes no identificados como tales ni elegidos por nadie, lanzan un tópico y todos los seguimos. Estamos ante el tópico de que los mercados financieros son democráticos porque es la comunidad inversora quien decide la evolución de la prima de riesgo o del Ibex 35.

¡Y un jamón de mico! Hay algo que olvida mi interlocutor: los mercados financieros se presentan como democráticos: la suma de voluntades de los ahorradores. Ahora bien no son los ahorradores los que deciden dónde va su dinero sino los intermediarios, los únicos que tienen asegurada la ganancia… y con el dinero de los demás. Los mercados financieros no constituyen una democracia sino una oligocracia. Y una oligocracia de carácter plutocrática. No son monárquicos sino aristócratas y la aristocracia es el peor de los gobiernos posibles, porque rompe, mucho más que la monarquía, e incluso que la  monarquía absoluta, con el principio irlandés "de que todo hombre es igual a otro o incuso mejor que otro".

Por lo demás, los mercados, causantes de la crisis, funcionan con el dinero de quienes les sobra el dinero, una vez cubiertas sus necesidades primarias. Sus intereses no son los de todos los contribuyentes, sólo los intereses de los pudientes. El pobre no invierte en bolsa porque no le sobra nada para invertir.

¿Significa todo esto que no hay que pagar las deudas asumidas como país o como familias o individuos? No, las deudas asumidas hay que pagarlas, pero también hay que detener la extorsión de los mercaderes. En esta línea, lo que han hecho Angela Merkel y François Hollande no supone mucho. Defender el euro no es comprar deuda española, es asumir que, si 17 países han cedido su soberanía monetaria y sólo hay una máquina de hacer dinero, entonces también debe haber un sólo Tesoro público un sólo emisor de deuda pública y a un mismo precio. Lo otro es un pitorreo, que está destrozando a España.

Y significa, además, que los poderes públicos pueden y deben castigar la especulación financiera. Y la única manera de castigarle es golpear donde más les duele a los plutócratas de los mercados: en el bolsillo. Dicho de otra forma: impuestos –Tasa Tobin contra la especulación financiera.

Lo malo es que algunos españoles son muy masoquistas y alaban a quien les hace víctimas de una estafa y burla, la estafa de los mercaderes y la burla de Merkel y Hollande. Y entonces se vuelven contra sus ciudadanos y aseguran que no están haciendo los deberes. Somos así de tontos.