¡Oh, ceguera humana! Siempre pedimos el semáforo cuando han atropellado a la vieja. Los mismos periódicos que gritaban jubilosos los ‘records' bursátiles y las maravillas del sistema capitalita, exigen ahora que el G-8 tome medidas contra los ‘hedge fund' los fondos-seto, el nuevo juguete de los yuppies.

Pero los ‘hedge funds' no son más que un fruto más del frondoso árbol de la especulación, del casino en el que se han convertido los mercados financieros, que nacieron para ayudar a la economía real y se han convertido en parásitos de la misma. John K. Galbraith analizó con acierto de filósofo, que no de economista, el mecanismo especulativo, y por eso dio con la clave. En el fondo, la especulación no es más que la eterna tentación del ser humano de abandonar el trabajo creativo, sea como emprendedor o como asalariado, para convertirse en rentista. Todos llevamos dentro un especulador. Sencillamente, las bolsas son el instrumento legal y reconocido que da rienda suelta a nuestra codicia.

No conviene confundir banca con especulación. Por ejemplo, la actual crisis, como ya explicamos en Hispanidad desde el primer momento y ahora repite todo el mundo, no se debe a la mora hipotecaria. La hipoteca es una de las más nobilísimas actividades bancarias, además de una de las actividades crediticias más seguras, dado que está soportada por una garantía real. Y así, del nobilísimo crédito otorgado a un particular para que compre el ladrillo que constituirá su hogar, unos listillos crean una burbuja absolutamente innecesaria de títulos de riesgo, apoyados sobre ese bien real que es la hipoteca. Se dirá que en el pecado llevan la penitencia, que en cuanto repunta un pelín la mora hipotecaria los derivados formados sobre ella se derrumban. Y la apreciación sería cierta si no viviéramos en un mundo globalizado, donde el miedo corre más rápido que la luz y donde la aventura estúpida y codiciosa de cuatro yuppies dedicados a montar derivados sobre esas hipotecas redunda en desastre para muchas empresas, para muchos estados, para mucha gente. Insisto. ¿A quién ayudan estos listillos? ¿Qué labor social cumple la especulación? Ninguna.  

Veamos, para luchar contra la especulación, y sin garantías de éxito, se piden ahora, con el cuerpo de la vieja aún caliente, medidas políticas. Propongo dos:

1. La primera se practica ya en distintos grados, en casi todos los países: el especulador opera a corto plazo, así que se trata de castigar la inversión –que de inversión no tiene nada- a corto plazo: que pague el doble, el triple o el cuádruple de impuestos que la inversión financiera permanente.

2. La segunda va más allá, y supondría disparar contra la columna vertebral de la especulación: el mercado secundario, asimismo de la mano del fisco. Repito: de cada 100 dólares que se mueven hoy en Wall Street, 99,5 son mercado secundario, es decir, son especulación. Y de nada me sirve la excusa de los adictos a la bolsa: que el secundario otorga liquidez al primario. Se lo aseguro: no necesitamos ni el 10% de liquidez: mucho menos el 99,5%.

Ojo, a lo mejor no estoy pidiendo más impuestos para el mercado secundario, sino menos para el primario. Depende de cada normativa nacional. Pero, en cualquier caso, hay que marcar una separación drástica entre el tratamiento fiscal de una y otra inversión. Hay que castigar al especulador.    

Por cierto, ¿alguien se ha dado cuenta de que ambas medidas son pero que muy poco liberales? Y es que el liberalismo, que es una ideología, no tiene todas las respuestas; la justicia, que es una virtud, sí.

Eulogio López