Germanolandia vive en un proceso electoral. La Democracia Cristiana quiere recuperar el poder, y puede hacerlo de la mano de la primera mujer que aspira a la cancillería: Angela Merkel. Los socialdemócratas repiten con Schröder, un personaje capaz de provocar otras inundaciones como las que le dieron la victoria en septiembre de 2002. En el Occidente actual dos son las cuestiones que hacen ganar elecciones: moral y economía. O si lo prefieren: filosofía y justicia social. No es que la Democracia Cristiana tenga una moral cristiana. Un detalle: fue el Presidente socialdemócrata de Alemania, Johannes Rau, quien más luchó por que no se mataran embriones, y la legislación alemana sobre la fecundación in vitro es todavía hoy más restrictiva, no ya que la actual del PSOE, sino que la aprobada por el Gobierno Aznar y su inefable ministra Ana Pastor.
Lo que quiero decir es que, en materia filosófica, los democristianos alemanes son muy cristianos y que Schroeder ha dejado en manos de los verdes su política moral.
Vamos ahora con la segunda cuestión, la economía, estúpidos, la economía. De repente, la candidata Merkel se descuelga con una opción olvidada en toda Europa: bajemos los impuestos directos, así como los empresariales y subamos los impuestos indirectos, es decir, el IVA. En concreto del 16 al 18%. Y naturalmente, la propuesta se ha convertido en el eje de las elecciones y del debate político. Al menos, los alemanes saben sobre qué están discutiendo.
Y sobre la propuesta Merkel hay que decir varias cosas. La primera que es preferible bajar los impuestos que subirlos. La segunda, que en Alemania no es posible bajar los impuestos dado que no consiguen controlar su déficit público.
La segunda: el tópico de que los impuestos directos son de izquierdas y los indirectos de derechas. Desde luego, con un solo tipo, tres a lo sumo, en los gravámenes indirectos, la verdad es que se iguala a los desiguales, pero eso puede arreglarse: puede irse a una escala de tipos del IVA, de la misma forma que existen una escala de tipos para el IRPF. Pero tampoco se puede caer en aquella explicación que escuché de labios de un obrero asturiano, cuando pedía que no se gravara el tabaco, especialmente el negro, porque es el que fumamos los currantes.
No, un objeto es necesario o de lujo por sí mismo, independientemente de quien lo consuma el rico o el pobre. Y sí, aumenta la inflación, pero hay cosas incluso peores que la inflación, también para los menos pudientes. Además, se supone que el IVA desincentiva el consumo, ¿no?
En cualquier caso, la CDU ha puesto, no sólo a Alemania, sino a todo Occidente, ante uno de los dilemas económicos clave: ¿A la gente hay que juzgarla por lo que gana o por lo que gasta? Y es que en las sociedades occidentales, con un sistema financiero avanzado, todo ahorro se convierte automáticamente en inversión. Es decir, que me importa poco cuánto gane alguien y me importa más qué parte de su gasto va a redundar en el bien común.
La CDU, en efecto, ha tenido una buena idea. Y los alemanes, tanto los que están a favor como los que están en contra, saben a qué atenerse
Eulogio López