Al final, CVC y Apax abandonaron la puja. Quedaron tres, aunque dos de ellas son casi la misma, Por una parte, Eugenio Galdón y los Rodríguez Inciarte presentaron una oferta por el cable de AUNA, exactamente la misma que ya habían presentado (2.700 millones de euros), con el apoyo de los fondos de capital-riesgo Providence y Carlyle. Esos mismos fondos, junto a Blackstone, han presentado una oferta paralela por Amena.
Ahora bien, ambas ofertas no alcanzan conjuntamente la pretendida, por el total de AUNA, por otros fondos de capital riesgo : Kohlberg-Kravis-Robert (KKR). Al parecer, y en contra de lo que piensa Botín, resulta que vender por piezas no tiene por qué resultar más rentable que vender en su conjunto.
Mientras tanto, Merrill Lynch, encargado de mediar la operación, guarda silencio. El concurso, al menos por ahora, resulta bastante deprimente, dado que no ha acudido ningún operador, salvo el propio ONO, y de forma parcial.
Naturalmente, todos esos fondos tienen un carácter especulativo. Al ministro de Industria, José Montilla., al que el Santander parece haber convencido de que la operación es buena, no parece importarle que una licencia de móviles española, así como el práctico monopolio del cable (verdadera asignatura pendiente de España en materia tecnológica) caiga en manos de quienes no parecen muy dispuestos a invertir a largo plazo cableando el país.
Otra cuestión que preocupa a los tres socios mayoritarios de AUNA (Endesa, Fenosa, SCH) es el tiempo que está trascurriendo. Una operadora de telecomunicaciones en proceso de venta, especialmente si se alarga, pierde valor.
En cualquier caso, Auna se ha convertido en el prototipo de la deslocalización interna a la española, o venta de empresas estratégicas a fondos especulativos, principalmente anglosajones.