El presidente argentino Néstor Kirchner exige que Repsol saque al mercado el 40% de YPF para dárselo a un empresario afín. Kirchner cambia la renacionalización por la biutiful. La petrolera se resiste porque argumenta que con esas condiciones, el negocio no es viable. Mientras tanto, el gobierno habla de "negociación" y "acuerdos estratégicos".
En el mundo del buenismo del Gobierno Zapatero, el diálogo se convierte en mano de santo. Diálogo, mucho diálogo. Con esta fórmula mágica, el gobierno quiere resolver el órdago lanzado por el presidente argentino, Néstor Kirchner que este martes visitará España. Según De la Vega será una reunión de la máxima relevancia política por el peso de ambos países, por la importancia de la relaciones entre ambos estados y por las "magníficas relaciones" que mantienen Zapatero y Kirchner. ¿Será que el pasado montonero de Kirchner le cae simpático a ZP? Un poquito de jabón.
Según la vicepresidenta, los problemas se solucionan con diálogo, habida cuenta de las estrechas relaciones económicas. Además, De la Vega cree que se han ido reduciendo las dificultades y que el pomposo "acuerdo estratégico" que firmarán ambos presidentes llevará consigo "compromisos por ambas partes". Como muestra de su optimismo antropológico, De la Vega considera que los problemas se irán solucionando "como lo ha hecho hasta ahora".
El optimismo vicepresidencial contrasta con la dureza de la realidad. Kirchner observa el fenómeno boliviano y venezolano con envidia y plantea a Repsol la renacionalización de YPF. Eso sí, una renacionalización un tanto sui generis. No se trataría de que el Estado se hiciera con el control de la compañía, sino de que Repsol sacara al mercado el 40% de YPF mediante una OPV baratita a la que acudiría un grupo empresarial amigo del gobierno. Modelo Aerolíneas Argentinas. O sea, Kirchner quiere su biutiful, mucho más eficaz que tener que gestionar desde el Estado compañías que puedan ocasionar pérdidas. Los beneficios, ya saben, a pachas.
Por supuesto, en Repsol no están por la labor. Argumentan que YPF es suyo y recuerdan que su adquisición no salió precisamente barata. Además, el petróleo argentino no es tan rentable como el venezolano y mucho menos que el de Libia, que prácticamente no requiere refino. Así que con un 60% Repsol puede ganar menos en Argentina que con el 10% que le deja Gadafi. No son comparables.
Por otra parte, quebrar la seguridad jurídica no parece la mejor forma de atraer inversiones. Repsol está dispuesta a negociar, pero no con el 40% que propone Kirchner, sino con el 10% o como mucho, el 20%. Y en estas están. Es esperable que el Gobierno "defienda los intereses españoles" como promete, aunque en la petrolera no las tienen todas consigo. Los trabajos de la delegación diplomática a Bolivia no están dando los resultados apetecidos, así que no hay por qué confiar demasiado en las artes negociadoras del gobierno con el Ejecutivo Kirchner. Y conviene recordar que fue Kirchner quien advirtió que "partiría a las privatizadas como a un queso" si no se doblegaban a sus compromisos de inversión, sobreimpuestos, etc.
Frente al discurso duro de Kirchner, el diálogo de ZP-De la Vega. Cabe temerse lo peor.