Revolución en la Agencia tributaria: López Carbajo expulsa a la vieja guardia. Cesan el director jurídico, Maximino Linares, la directora general de Recaudación, Julia Atienza, y la de Gestión Tributaria, Lola Bustamante. Salgado se siente más cómoda, al menos de tejas abajo

Cada vez más contestada como vicepresidenta económica del Gobierno desde el propio Ejecutivo, Elena Salgado, ha sabido, sin embargo, buscar en el nuevo director de la Agencia Tributaria. Juan Manuel López Carbajo, una puntal de renovación para acabar con la vieja estructura del Yayo (así se conoce en el Ministerio a Pedro Solbes), aunque en buena parte era anterior al Yayo y al bisa-yayos (Boyer, Solchaga y Rato, suponemos).

Carbajo es socialista, desde luego, pero un buen profesional, en quien Salgado se fijó cuando arregló a conveniencia del Gobierno el acuerdo con las comunidades autónomas. Un peligro para el Estado pero eso sí: hizo aquello que se le pidió.

Pues bien, no ha tardado ni un mes Juan Manuel López Carbajo en provocar una auténtica remoción en la Agencia Tributaria con le cese de cuatro puestos clave que llevaban anclados en el cargo desde tiempos olvidados.

El más importante es el director general de Inspección. Cesa Carlos Cervantes y es sustituido por el actual delegado especial de la Agencia Tributaria en Cataluña, Joan Cano.

Carbajo ha cesado también al director del Servicio Jurídico, Maximino Linares, más de 10 años de permanencia en le cargo.

Se esperaba el cese de la directora general de Gestión Tributaria, Lola Bustamante, cuyo departamento carga con la pesada fama que le da el haber hecho que el presidente del Gobierno metiera la pata más de una vez con las cifras de recaudación, aunque el responsable directo de ello fuera el ya cesado Díaz Yubero.

No puede dejarse de citar un cuarto cese: el de la directora de Recaudación, Julia Atienza.

Ideológicamente esto supone la muerte de la vieja guardia, de los de la memoria histórica, porque Carbajo quiere rodearse de gente de su generación y un punto más trabajadora. Por lo demás, se supone que la salida de la vieja guardia reducirá el nivel de sectarismo de la Administración tributaria del Zapaterismo, cuyo puntal puntal del sectarismo- siempre ha sido Juana Lázaro.

Al mismo tiempo, Elena Salgado, una mujer a la que le cuesta muchísimo formar equipos, se asienta desde su sillón hacia abajo. Hacia arriba ya es otra cosa, porque la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, no hace otra cosa que pisarle la cola.

Miriam Prat

miriam@hispanidad.com