- El Santo Padre no mencionó ningún país concreto, pero entre ellos destaca Uruguay, cuyo presidente, José Mujica, pretende la legalización de las drogas, al igual que Otto Pérez Molina en Guatemala.
- El Pontífice propuso un plan alternativo contra esa plaga: "Promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro".
- También rememoró su programa de servicio mediante la parábola del buen samaritano: "Todos tenemos necesidad de mirar al otro con los ojos de amor de Cristo, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad, para expresar cercanía, afecto, amor".
- Y a los afectados por las drogas les recordó que "nunca están solos" porque "la Iglesia y muchas personas están con ustedes" y "miren con confianza" y "esperanza" hacia delante.
Allí el Papa dirigió un discurso en el que habló claro contra las drogas y contra su legalización, algo, esto último, que se ha promovido en algún país hispanoamericano como, por ejemplo, Uruguay (aunque el Papa no pronunció ningún país concreto). En este momento también, el presidente de Guatemala, Otto Pérez, y los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Vicente Fox y Ernesto Zedillo (México) y César Gaviria (Colombia), promueven un cambio de estrategia en la guerra contra las drogas, lanzada hace cuatro décadas por Estados Unidos, que incluye su legalización, como informa Ir21.
Desde que ha empezado su Pontificado ha hablado en varias ocasiones sobre servicio a "los necesitados". Y entre los más necesitados se encuentran, sin duda, los afectados por el consumo de estupefacientes. Por eso, dijo: "En cada hermano y hermana en dificultad abrazamos la carne de Cristo que sufre. Hoy, en este lugar de lucha contra la dependencia química, quisiera abrazar a cada uno y cada una de ustedes que son la carne de Cristo, y pedir que Dios colme de sentido y firme esperanza su camino, y también el mío".
Contra el espíritu de servicio, señaló el Papa, "lo que prevalece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo. ¡Cuántos «mercaderes de muerte» que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa!". Y en ese punto, pronunció su sentencia: "La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad. No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro".
Y a continuación, una vez más, recordó su receta: "Todos tenemos necesidad de mirar al otro con los ojos de amor de Cristo, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad, para expresar cercanía, afecto, amor". Porque los afectados por esa plaga, "nunca están solos. La Iglesia y muchas personas están con ustedes. Miren con confianza hacia delante, su travesía es larga y fatigosa, pero miren adelante, hay «un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día» (Carta enc. Lumen fidei, 57). Quisiera repetirles a todos ustedes: No se dejen robar la esperanza. No se dejen robar la esperanza. Pero también quiero decir: No robemos la esperanza, más aún, hagámonos todos portadores de esperanza".
"En el Evangelio leemos la parábola del Buen Samaritano, que habla de un hombre asaltado por bandidos y abandonado medio muerto al borde del camino. La gente pasa, mira y no se para, continúa indiferente el camino: no es asunto suyo. No se dejen robar la esperanza. Cuántas veces decimos: no es mi problema. Cuántas veces miramos a otra parte y hacemos como si no vemos. Sólo un samaritano, un desconocido, ve, se detiene, lo levanta, le tiende la mano y lo cura (cf. Lc 10, 29-35). Queridos amigos, creo que aquí, en este hospital, se hace concreta la parábola del Buen Samaritano. Aquí no existe indiferencia, sino atención, no hay desinterés, sino amor. La Asociación San Francisco y la Red de Tratamiento de Dependencia Química enseñan a inclinarse sobre quien está en dificultad, porque en él ve el rostro de Cristo, porque él es la carne de Cristo que sufre", afirmó el Santo Padre.
Tras dar las gracias al personal del servicio médico y auxiliar del hospital, recordándoles las palabras de Cristo -«Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40)-, insistió a todos los que luchan contra la dependencia química y a los familiares: "La Iglesia no es ajena a sus fatigas, sino que los acompaña con afecto. El Señor está cerca de ustedes y los toma de la mano. Vuelvan los ojos a él en los momentos más duros y les dará consuelo y esperanza. Y confíen también en el amor materno de María, su Madre. Esta mañana, en el santuario de Aparecida, he encomendado a cada uno de ustedes a su corazón. Donde hay una cruz que llevar, allí está siempre ella, nuestra Madre, a nuestro lado. Los dejo en sus manos, mientras les bendigo a todos con afecto".
A este Papa, tan humano y divino a la vez, se le entiende todo porque también habla muy claro cuando tiene que hacerlo sobre problemas de nuestra sociedad.
José Ángel Gutiérrez
joseangel@hispanidad.com