El problema quizás esté en definir qué es ética. Flynn alude, antes que nada, a efectos medioambientales, por sus críticas las petroleras en las que invierten el matrimonio Gates o el intermediario financiero Warren Buffet, es decir, las dos mayores fortunas del mundo, o al menos de Estados Unidos. Ahora bien, aún es más grave que esas empresas Petroleras o no, financieramente sostenidas por Buffet o Gates, beneficien a gobiernos terroristas o simplemente salvajes como el sudanés.
No olvidemos que en esto de las inversiones éticas, más daño hacen los gobiernos y las empresas no cotizadas que ésta últimas, más conocidas. Por ejemplo, mucho más homicidas resultan los vendedores de armas ligeras que EADS, fabricante de cazabombarderos y helicópteros de combate. Estos últimos, tan poco deseables, (que conste) al menos operan a la luz, y son utilizados en guerras –no digo que todas justas, pero al menos sí más "transparentes". Por el contrario, la Española Santa Bárbara, ahora propiedad de General Dynamics vende armas ligeras a países del Tercer Mundo envueltos en conflictos crudelísimos. Otrosí: los Gobiernos –ejemplo: el Gobierno Putin- exportan armas como instrumento diplomático, para apoyar a las facciones violentas que les conviene accedan al Gobierno.
Verbigracia: Gates y Buffet son el arquetipos de dos fortunas al servicio del Nuevo Orden Mundial (NOM) esa ingeniería social anticristiana que tanta manía le tiene al ser humano, y que financia el aborto y la esterilización en le Tercer Mundo. Y como ellas, puede hablarse de otras dos grandes fortunas empeñadas en extender en que nazcan menos personas en el planeta, a costa de asesinarles en el seno materno: los Ford y los fundadores de la informática HP.
Por cierto, esos fondos éticos también deberían prestar atención a no invertir en los laboratorios farmacéuticos. Por ejemplo, ni un dólar, ni un euro, en Bayer, que se hizo con la alemana Schering, líder mundial de la píldora del Día Después (PDD), la gran arma actual del mercado de la muerte, con su marca Postinor, ni tampoco para la otra PDD, Norlevo, obra de Chiesi ni para Laboratorios Wyeth, ni para los holandeses de Akzo-Organon, ni para Sanofi-Aventis, pues todas ellas obtienen espléndidos beneficios con fármacos que matan embriones humanos.
La inversión ética no es más que un componente del consumo inteligente, pieza clave no sólo de la economía mundial sino de la democracia. El ciudadano de a pié influye con su voto, pero mucho más con su consumo. Los Gobiernos más poderosos y las multinacionales más omnipresentes sólo temen a una cosa: a que su imagen corporativa se degrade. Y es que, por muy poderoso que sean, dependen de sus votantes y de sus compradores, es decir, de sus consumidores.
Ahora bien, hay algunos consumos que no podemos evitar. Difícilmente podemos evitar utilizar los servicios de Bill Gates –lo estoy haciendo en estos momentos, cuando para escribir este artículo uso su sistema operativo Windows- de la misma forma que no podemos dejar de utilizar productos EADS, que no sólo fabrica eurocazas, sino los Airbus en los que volamos (y lo mismo ocurriría con el fabricante competidor, Boeing, que le da la aviación civil y a la militar con idéntico entusiasmo).
Pero sí que podemos utilizar fármacos de laboratorios que se están forrando con anticonceptivos y abortivos, como los citados, o negándonos a adquirir el resto de sus productos. Por decir algo: ni una aspirina Bayer. Existen otros analgésicos con el mismo efecto. Y, naturalmente, exigir al gestor de nuestros ahorros que no compre acciones de Bayer. ¿Nos colarán muchos goles? Sí, pero que, al menos, no nos los cuelen todos.
Eulogio López