Pero lo seremos en nombre de la libertad, que es como siempre nacen las grandes dictaduras y de la igualdad, según el viejo aforismo de que la igualdad de los desiguales es otra desigualdad. Desde la próxima semana las grandes superficies podrán abrir 365 días al año 24 horas por día.
Al mismo tiempo, desaparecen las últimas normas que regulan las rebajas, es decir, que los grandes podrá abrir temporada de rebajas cuando les venga en gana.
Se nos asegura que con la apertura ilimitada se van a crear muchos puestos de trabajo pero naturalmente serán puestos de trabajo serviles, con una competencia por precios que exige a los asalariados trabajar más horas por menos dinero. En plata, que nunca saldrán de pobres.
Al tiempo, el pequeño comerciante no podrá seguir los pasos del grande y naturalmente tendrá que cerrar. Hoy recordamos que el 90% de las empresas españolas tienen menos de diez empleados.
Y si de ideologías hablamos, los partidarios de la libertad de horarios nos presentan estas medidas como una defensa de la propiedad privada. Y, en efecto, Carrefour es tan propiedad privada como el tendero de la esquina. Pero aquí está la trampa. Cuando uno es accionista de una gran empresa no manda nada en esa empresa. Mandan la tecnoestructura, la dirección. La propiedad pequeña que proporciona libertad al individuo –aunque no menos esfuerzo. Es la propiedad privada pequeña. Eso sí es liberalismo. Recuerden la frase definitiva de Chesterton: ¿Qué más me da que todas las tierras del condado sean del Estado o sean dle Duque de Sutherland?".
La diferencia ideológica no está en el carácter público o privado de los factores de producción sino en la eterna lucha del grande contra los pequeños. Y tampoco olviden que la propiedad privada es como estiércol: espléndido siempre que esté bien repartido, no amontonado en un oligopolio.
En segundo lugar, con las famosas rebajas hay que tener mucho cuidado porque una multinacional no es más eficiente que una empresa familiar. Es más, lo es mucho menos. Sus ganancias de productividad siempre son a costa del salario de sus trabajadores o del mal servicio a sus clientes, convertidos en servidores de los ejecutivos, verdaderos señores feudales del momento. Lo grande es ingobernable.
Con las rebajas, el riesgo es que el grande vuelva a abusar del pequeño en forma de venta a pérdidas, algo consustancial a las grandes superficies que resulta imposible de regular por ley.
Por lo demás, en la Europa y en la América cristiana, molesta un poco que el domingo , día de descanso, y día dedicado al Señor, nos dedicamos a la compra y venta. El mundo ha sobrevivido durante siglos con esa excepción, sólo violentada por el sentido común.
EL lunes, el Estado servil. El de los siervos, habrá dado un nuevo paso... en nombre de la libertad.
Eulogio Lópezeulogio@hispanidad.com