Michael y Jannick son dos hermanos totalmente opuestos. Mientras el primero es un marido y padre, cariñoso y responsable, el segundo acaba de salir de la cárcel, es un inadaptado que no encuentra su lugar en el mundo. Cuando Michael (un militar perteneciente a los cascos azules) desaparece y se le da por muerto en la Guerra de Afganistán, el hermano pequeño cambia radicalmente: asume responsabilidades y se convierte en el apoyo de su cuñada y de sus sobrinas. El regreso de un traumatizado Michael al hogar pondrá sobre el tapete que los papeles han variado. Michael se ha convertido en un ser irascible que porta una secreta y pesada carga, que se niega a compartir.
Hermanos es un drama que muestra qué sucede cuando un hecho trascendental trastoca la vida cotidiana de una familia. La directora Susanne Bier narra, con una sensibilidad admirable, las trágicas secuelas psicológicas que provoca cualquier conflicto bélico cuando un ser humano, por las circunstancias que sean, se ve forzado a cometer las mayores atrocidades.
La trama de Hermanos cala en el espectador porque viene a ser como un largo fotograma de esas noticias estremecedoras que aparecen en la primera página de los diarios. Se le puede achacar un excesivo metraje y que tiene el tono trágico habitual de las películas que nos llegan de los países nórdicos (la ausencia de sol debe provocar esos efectos), pero, en contrapartida, Hermanos tiene un desenlace esperanzador que viene a demostrar que, ante el dolor, el mejor salvavidas es contar el apoyo de la familia.