Recientemente un periódico nacional publicaba la celebración en Varsovia del III Congreso Internacional de Educación Diferenciada, organizado por EASSE, Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada.
Según datos de esta entidad, un total de 46.025.000 alumnos reciben educación diferenciada o "single-sex" en 242.411 centros educativos de 70 países del mundo.
En países como EE.UU su crecimiento ha sido espectacular, sobre todo en las escuelas públicas, que ya cuentan con 2.048 centros donde se aplica este modelo con la peculiaridad de que, en algunos casos, se separa a chicos y a chicas sólo para determinadas asignaturas.
Otros 3.719 colegios son de iniciativa privada y la mayoría no pertenecen a instituciones religiosas. En Carolina del Sur, por ejemplo, el 34% de las escuelas públicas tienen implantado este modelo que ha demostrado ser muy exitoso en zonas deprimidas y se ha visto como una solución a problemas como el alto fracaso escolar, el "bullying" y los embarazos no deseados.
En Irlanda y Reino Unido, educar a niños y a niñas en aulas separadas es un modelo pedagógico que funciona desde el siglo XIX y que nadie cuestiona. Más aún, estos centros son sinónimo de prestigio. Los del Reino Unido están entre los mejores del mundo. En Irlanda está implantado en el 40% de los institutos. En Nueva Gales del Sur, el estado con más población de Australia, la solicitud de plazas en las escuelas públicas mixtas se redujo un 50%, ya en 2001, y en los landers alemanes de Berlín y Renania del Norte Westfalia se autorizaron desde 1998, por iniciativa de socialistas y Verdes y con el apoyo del feminismo, las clases diferenciadas por sexos en algunas asignaturas, al constatar que la separación refuerza la autoestima de los alumnos y les permite desarrollar sus capacidades. Francia recoge en su legislación expresamente que la educación diferenciada no es discriminatoria.
Cada vez son más los países que tienen un sistema educativo abierto hacia organizaciones escolares, en los que la oferta de la escuela diferenciada o mixta están presente en igualdad, haciendo posible que la enseñanza básica responda a los deseos de las familias, no a objetivos ideológicos partidistas ajenos a los padres e incluso a lo que los alumnos pueden necesitar.
Exigir un sistema u otro, cuando ambos tienen sus fortalezas y debilidades, no responde a criterios pedagógicos objetivos, sino a una imposición que cercena el derecho a la libertad, al pluralismo educativo, perjudica a los alumnos, uniforma la sociedad, y cae en la injusticia.
Fernando Villar Molina