El Parlamento griego aprobó anoche el acuerdo del Gobierno heleno con la troika -Comisión Europea, BCE y FMI, por el que el Grecia recibirá un nuevo préstamo internacional de 130.000 millones de euros para evitar la bancarrota.
Pero el acuerdo, como siempre, lo pagará el pueblo: se imponen duras medidas de austeridad, un recorte del gasto social del Estado, una rebaja de los salarios y las pensiones y despidos en el sector público.
Y esto, como es lógico, a los griegos no les ha gustado: más de 100.000 personas expresaron anoche su protesta ante el Parlamento en una manifestación que concluyó con disturbios y violentos enfrentamientos con la policía y el incendio de más de una docena de edificios. Un centenar de personas resultaron heridas y unas 50 detenidas. Las protestas e incidentes han continuado hoy y la violencia se ha extendido también a otras ciudades como Tesalónica o las islas de Corfú y Creta.
La violencia ha sido condenada por los principales partidos políticos, también por el primer ministro, Lucas Papademos. "El vandalismo, la violencia y la destrucción no tienen cabida en un país democrático y no serán tolerados", ha señalado. Pero no por todos: el líder de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), Alexis Tsipras, ha elogiado a los manifestantes y ha denunciado que la Policía ha cargado contra los participantes en la protesta, pero no impidió los incendios, por lo que cree que la violencia es responsabilidad de elementos "paraestatales".
Y por si fuera poco, el vicepresidente de la Comisión y responsable de Asuntos Económicos, Olli Rehn, se ha alegrado de la aprobación por parte del parlamento griego del plan de ajuste exigido por la UE, pero ha avisado de que el Gobierno de Atenas todavía debe hacer ajustes adicionales por valor de 325 millones de euros antes del miércoles si quiere que el segundo rescate se apruebe en el Eurogrupo de ese día. Rhen ha añadido que "la quiebra desordenada de Grecia sería un resultado mucho peor, con consecuencias devastadoras para la sociedad helena, especialmente para los más pobres, y tendría ramificaciones muy negativas, a través del efecto contagio y reacciones en cadena, sobre el conjunto de la economía europea".
Como hemos explicado en Hispanidad, la nueva ayuda a Grecia se destina a pagar los intereses de la deuda, no a levantar el país. Es decir, se destinan a que los bancos acreedores no pierdan todos sus préstamos. Mientras que a la población se le impone el recorte salarial y se les empobrece cada vez más. Y serán los ciudadanos griegos quienes al final paguen las malas políticas y despilfarros de sus gobernantes -aunque también habrá griegos jetas, por supuesto-. Una injusticia.Solución: quita a los bancos -como así parece que va a ser, según informaba Invertia- y ayudas -sin intereses o a un interés mínimo, por solidaridad, uno de los principios fundacionales de la UE- para que los griegos empiecen de cero. Eso sí: corrigiendo abusos y despilfarros con el dinero público, que también se han dado.
Pero que no lo paguen los ciudadanos, sino los especuladores y los malos gobernantes.
José Ángel Gutiérrez
joseangel@hispanidad.com