En bicicleta que se me ha puesto mi político más admirado -sí, es coña-, don Alberto Ruiz Gallardón.

Conocido como Gay-ardón, por su tenaz defensa de los derechos de los homosexuales y, pasando de la teoría a la práctica, por haber casado a tantos y tantas homosexuales, así como por haberse convertido en el mejor cliente de las multinacionales farmacéuticas Chiesi y Bayer, fabricantes de Norlevo y Postinor, las dos Píldoras del Día Después (PDD) que con encomiable espíritu progresista reparte gratuitamente el eximio alcalde de Madrid -sí, es coña- entre las adolescentes acostumbradas a las noches locas  de pasión y desenfreno coital. De ahí su nombre: post-coital. A espaldas de sus padres y, en la práctica, regala a cualquier chica de cualquier edad. Todo muy democrático.

Oiga y es el mismo estadista que ha conseguido endeudar a los madrileños para varias generaciones. Alguien le bautizó el Faraón, y no le bautizó mal. Gracias a sus faraónicas obras, debe el 25% de todo lo que adeudan los 8.000 restantes municipios españoles. No esta mal,  ¿eh? -Sí, es coña-.

Gay-ardón es un político que cabalga montado sobre el tópico. Tiene una especial capacidad, solo asequible para mentes amplias y, por tanto, superficiales, acerca de lo que puede gustar a la gente. O mejor,  como ocurre con los lugares comunes, de algo que pueda agradar escucharlo a la gente pero no sufrirlo -perdón, vivirlo-. Por ejemplo, la ecología. El alcalde confunde tendencia y moda. Las tendencias marcan el sentir mayoritario, a Gallardón lo que le gustan son las modas, que marcan el estilo, no de la mayoría, sino de la minoría más vocinglera. Ahora, nuestro nunca bien loado alcalde -sí, es coña- se ha gastado un pico de nuestro dinero –-perdón, nuestra deuda- en crear carriles para bicicletas. Los amantes del ciclo aseguran que "el ciclista es el eslabón más débil" y ya han creado su martirologio correspondiente. Ahora bien, se olvidan, y olvida Gallardón, aunque mucho le importa, que el ciclista no es el eslabón más débil de tráfico ciudadano: el eslabón más débil es el peatón, que en breve contará con su propio martirologio de víctima, no de los automóviles, sino de los emuladores de Contador. Los peatones ya están sufriendo la arrogancia del ciclista. Cuando le conviene, el ciclista se comporta como un vehículo cuando no, como un peatón. Y Gay-ardón continúa haciéndoles camino entrecruzados con aceras con la firme decisión de vender un municipio verde.

¡Qué viva Gallardón! Sí, es coña.

Eulogio López

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