Los laboratorios farmacéuticos Sanofi Synthélabo quieren comerse a sus colegas de Aventis, con una OPA hostil de 47.800 millones de euros. No se asusten por las cifras porque estamos hablando de una operación de canje de cromos, de intercambio de acciones. Aventis es el producto de otras fusiones anteriores. En concreto, del francés Rhône Poulenc y del alemán Hoechst. Es decir, que Aventis es el número uno en el aborto químico (píldora abortiva) y, en toda la industria de la anticoncepción, una de las más rentables para las multinacionales farmacéuticas. Por otra parte, el Gobierno francés aplaude entusiasmado la idea. Sería la forma por la que equilibraría el mayor peso alemán en Aventis y con la que podría competir con los dos grandes monstruos mundiales de la farmacología, que son Pfizer y Glaxo (GlaxoSmithKline).

Aventis se defiende afirmando que, de entrada, la fusión podría suponer la pérdida de 15.000 puestos de trabajo. Lo cual es muy cierto. En efecto, las empresas en el siglo XXI ya sólo se fusionan para reducir costes despidiendo a trabajadores. Los mismos futuros trabajadores que el grupo Aventis se esfuerza en evitar que nazcan.