Ndeye Diagne tiene 25 años y ha vivido siempre en Saint Louis, una ciudad de casi 200.000 habitantes, situada en la costa en el extremo norte de Senegal, en la frontera con Mauritania. Hija de padres divorciados, con una madre en silla de ruedas y enferma de polio, viven con también ella su abuela, su hermano pequeño, su hermana mayor y cuatro sobrinos de corta edad. Tan sólo Ndeye y su cuñado aportan dinero al sostenimiento familiar.
Gracias a las ayudas económicas de una vecina que le pagó el material escolar, la matrícula y el uniforme, nuestra protagonista pudo ir al colegio a los ocho años, pero cuatro años más tarde, con tan sólo 12, abandonó las clases para mantener a su familia.
Durante tres años trabajó como criada y asistenta. No sacaba nunca más de 15 euros al mes a pesar de que sus jornadas laborales alcanzaban a veces las 17 horas diarias y compaginaba los trabajos de limpieza con la venta de helados en el garaje de una de las casas donde trabajaba, pero los beneficios eran para sus patrones.
A los 15 años, Nyade ( en la imagen de la izquierda, en una imagen reciente) conoció la delegación en Saint Louis, de la Asociación local del Movimiento Africano de Niños y Jóvenes Trabajadores (MAEJT), movimiento con el que trabaja la Fundación Xaley desde el año 2005, la ONG española que financia las actividades infantiles y juveniles en cuatro ciudades de Senegal y entre sus colaboradores cuenta con la ayuda de Inditex. La empresa española apoya económicamente sus actividades y su política de microcréditos en el país africano.El MAEJT fue fundado en Dakar en 1994 por varias jovencitas en una situación similar a la de Ndeye, que, conscientes de que la pobreza y la incultura son incompatibles con la independencia, se unieron para crear un movimiento que pretende mejorar las condiciones de vida de la infancia vulnerable. Actualmente está presente en 22 países de África y cuenta con 235 asociaciones en otras tantas ciudades de todo el continente.
Pero sigamos con la historia de Ndeye, la quinceañera que volvió a alfabetizarse y a mejorar sus conocimientos del cálculo en el grupo de base de su barrio. Allí también aprendió cómo ganarse la vida de otra forma. Pudo haber pedido un microcrédito de los que procura Xaley a los niños y jóvenes emprendedores para comprar gallinas y vender los huevos o la carne de los pollos, o bien haber abierto una tiendecita de alimentos en la lonja de St. Louis o en los barrios, pero a ella le tiraba la costura.
En el 2010, Ndeye entró en un centro de perfeccionamiento en costura con otras 8 beneficiarias de microcréditos. Diseñan, producen y venden ropa, y ahorran para poder montar una tienda de producción y venta de prendas. El sueño de esta joven guapa y risueña es llegar a ser una magnífica estilista y ganar lo suficiente para que tanto ella como sus compañeras puedan vivir con holgura para mantener a sus respectivas familias.
La Fundación Xaley opera también en las ciudades de Louga, Dhies y Diurbel, y según afirma su presidente, Santiago Lleó Fernández, su objetivo es "colaborar en la educación, la formación y el desarrollo de niños con edades comprendidas entre los 10 y los 22 años", así como apoyarlos mediante la concesión de microcréditos.
En un 90%, las personas que acuden a los centros base de alfabetización son chicas: "ellas se organizan para programar sus actividades en los centros base. Nosotros aportamos el dinero para pagar a los profesores y a los trabajadores de la asociación". En los centros conviven sin ningún tipo de problemas niños y niñas musulmanes y católicos, aunque estos últimos están en minoría. "Allí lo que no se puede ser es ateo", añade Santiago Lleó, quien afirma que el trabajo que desarrolla la Fundación -en las zonas que opera- está acabando con los matrimonios precoces en un país en el que no es infrecuente la poligamia: "Antes, muchas jóvenes querían quedarse embarazadas siendo casi unas niñas porque su única salida era casarse, y eso en un país donde aún perviven actitudes como las de no educar a las hijas, y que la mujer y la prole mantengan al hombre de la casa".
También recuerda el caso de Sofi Touré, "una joven que no se atrevía a mirarme a la cara hace siete años cuando la conocí, se la veía sometida, triste, apagada, como si fuera una escoria de la sociedad". Años después se ha convertido en presidenta en una de las asociaciones que congrega a dos mil niños y jóvenes y "es capaz de dar discursos ante dos mil personas con un convencimiento y una elocuencia que ya quisieran para sí muchos políticos".
En el África subsahariana, según datos recogidos en un informe elaborado en colaboración con la Universidad Pontificia de Comillas y la Universidad Autónoma -sobre el impacto del programa de microcréditos de la Fundación Xaley-, una tercera parte de la infancia con edades comprendidas entre los 5 y 14 años trabaja, y un 29% no ha ido a la escuela en toda su vida, y sólo acaba el ciclo educativo de primaria un 62 % de los que lo inician.
La Fundación Xaley, en colaboración con el MAEJT y su socio local ENDA Jeunesse Action, pretende apoyar a la infancia y la juventud africana de Senegal más desprotegida para que puedan desarrollar su potencial como agentes de transformación social y foco dinamizador de la sociedad. Su objetivo prioritario es generar el cambio social que asegure la protección de los derechos de la infancia y la juventud en Senegal. En la ex colonia francesa, una república presidencial donde conviven más de veinte etnias diferentes pertenecientes a tres religiones -musulmanes (90%), católicos (10%) y animistas (1%)-, un enorme porcentaje de la población está por debajo del umbral de pobreza y la mortalidad infantil, antes de cumplir los cinco años de vida, es del 61 por mil. Aunque hay datos esperanzadores y se ha logrado reducir la tasa de desnutrición del 22% al 17 % entre 1995 y 2005, aún queda mucho por hacer.
Miles de niños no pueden ir a la escuela o la abandonan a edades tempranas para incorporarse al mercado laboral en condiciones de explotación. Y 100.000 niños, según UNICEF, van únicamente a escuelas coránicas, donde aprenden sólo los textos sagrados en árabe de memoria. Son los llamados 'niños mendicantes' o de las escuelas coránicas. A pesar de que la ablación femenina está prohibida desde 1990, la tradición aún pervive y en algunas zonas del país el número de mutilaciones femeninas desciende muy lentamente.
Se trata de un país muy joven, en el que los niños y adolescentes tienen las riendas de su futuro y pueden cambiar muchas cosas con la ayuda de organizaciones como la Fundación Xaley, que sin pausa y con prisas, gracias al programa de microcréditos, pueden conseguir que los sueños de mujeres como Ndeye se hagan realidad.
Sara Olivo
sara@hispanidad.com