Sr. Director:
Estado moral de España. Con este título publicaba hace unos días una carta Don Miguel Rivilla, y que he leído en varios periódicos.
Al final de la misma su autor, dice: "Me alegraría que alguien mostrase si exagero o estoy equivocado". Con mucho gusto le contesto, resumiendo un poco su artículo, para no alargarme: No, no está equivocado, pero tampoco exagera. Porque de que nos sirve a los españoles haber cambiado como bien dice "Invertir los valores que conservábamos como herencia", no ha servido de nada cuando nos estamos dando cuenta de que no están en armonía, ni de acuerdo, con los valores humanos que dignifican al hombre, aprobando unas leyes que la destruyen.
"Pese al cacareado progresismo de izquierdas, hemos regresado a etapas más primitivas", dice bien: un progreso que le hace al hombre ir hacía atrás, es solo un progreso aparente.
Y termina Don Miguel: "Hemos viciado la convivencia, llamando bien al mal, no existen leyes objetivas y fijas, es bueno lo que me apetece, sólo existen derechos para todos. El sexo libre sin compromisos, la familia machacada y lo legal por encima de lo moral" efectivamente sabemos por experiencia que el carácter instrumental de la libertad hace que su uso pueda ser doble y contradictorio, como un arma de dos filos. Ni todo lo legal es moral. La sexualidad humana es bella, compleja y delicada, pero se están ocasionando trastornos y conflictos de alto coste humano y social y confundiendo su destino. Existe una tentación de sumergirnos en paraísos artificiales, soluciones que se prometen como "salvadoras" de la humanidad.
Los políticos tienen la obligación de dirigir la nación de tal modo que sus ciudadanos alcancen en ella una vida lograda, pero estamos asistiendo a una separación de la ética, la inseguridad y la inestabilidad. Un riesgo enorme para la democracia.
Pilar Mariscal
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