Se llama Émile Combes y fue primer ministro de Francia entre 1902 y 1905. Había sido ex seminarista, pero no le dejaron cantar misa porque a las autoridades eclesiales de la época les parecía demasiado integrista. Y como nadie con más mala milk que el cura rebotado (en fino, se puede decir que las grandes aberraciones siempre se cometen al lado del altar, pero es lo mismo, ¿saben?), el bueno de Combes se nos metió a masón, a político y a comecuras. O sea, como si lo uno llevara a lo otro. Tan masonazo nuestro ex seminarista, que tuvo que dimitir por lo que se denominó el escándalo de las fichas, con el que se aludía en el Parlamento al hecho de que el bueno de Combes ni tan siquiera se molestaba en nombrar a directivos de su partido, sino que concedía privanzas a sus compañeros de mandil ¡y según su grado masónico!, que hasta en las logias hay clases.

Pero, en el intermedio, le dio tiempo a lanzar su gran hoja de ruta contra la Iglesia, a quien había acogido cierta ojeriza. Y así, optó por terminar con la infamia a lo grande: ilegalizó a la Iglesia y, cuando ésta carecía de personalidad jurídica y nacieron las llamadas asociaciones cultuales (el diccionario de Bill Gates no reconoce la palabra cultual, que viene de culto público, no de cultura), que, naturalmente, controlaría el Estado, dio un segundo paso. Se dirigió al Papa Pío X y le advirtió: O reconoce las asociaciones cultuales o, además, les otorgo la posibilidad de nombrar obispos y párrocos.

A lo que San Pío X respondió: Es preferible perder los bienes a perder el Bien. Combes, como Alfonso Guerra (ya saben, ¿Rumasa? To pal pueblo), puso en pública subasta los bienes eclesiales, preferentemente inmobiliarios. Y así, en la prensa francesa comenzaron a verse anuncios de subasta de templos, iglesias y conventos. La cosa acabó con la I Guerra Mundial, por cuanto las armas hablan, los quemaconventos se vuelven pacíficos. Y no pasó nada. La Iglesia renació de sus cenizas materiales y siguió evangelizando, si cabe con mayor fuerza, en el periodo de Entreguerras.

Y todo esto es bello e instructivo, y se parece mucho a lo que pretende el Gobierno Zapatero.

El diario El Mundo (progresismo de derechas) le ha hecho un favor al Gobierno Zapatero y ha titulado a toda página: El Gobierno prepara una hoja de ruta contra los privilegios de la Iglesia. Al mismo tiempo, ha abierto en Internet una encuesta con una pregunta límpida, poco sesgada. ¿Está usted a favor de que el Estado siga financiando a la Iglesia Católica como hasta ahora?. Ya saben: ¿Va usted a permitir que el Estado emplee su dinero, ganado con el sudor de su frente, en financiar a estos cuervos que se atiborran de chocolate con picatostes?

Es igual. El odio que diversos miembros del Gobierno Zapatero sienten por la Iglesia les puede. Entre ellos figura el propio Zapatero, la vicepresidente primera, el ministro Justicia, el titular de Interior y la directora de Asuntos Religiosos.  Están dispuestos incluso a terminar con el famoso 0,5% del IRPF, es decir, el porcentaje de sus impuestos que todos los españoles que lo deseen dedican a la Iglesia católica. Se da la circunstancia de que esta es la única parte de los impuestos que pagamos en la que se nos permite elegir el destino. El resto, el 99,5% es un cheque en blanco para que el político de turno haga lo que le venga en gana sin consultarnos. Sin embargo, pretenden terminar con ello. Pues muy bien, que terminen. ¿Por cierto, van a terminar también con todo el dinero dedicado a organizaciones humanitarias, ONG y desarrollo?

Conciertos educativos a centros religiosos. Por mí que los supriman, siempre que lo sustituyan por el cheque escolar, para que sean los padres quienes decidan. Hasta ahora, el dinero de los conciertos sólo ha servido para que el Estado cierre la boca a la Iglesia y para que los centros educativos católicos puedan educar en cristiano. En Estados Unidos surgen como hongos las escuelas parroquiales, financiadas por los feligreses: ¡Genial!

Lo mismo ocurre con asociaciones de todo tip allá donde entra la subvención pública, se termina la libertad para hablar en voz alta.

Es decir, apuesto por renunciar a los bienes para salvar el Bien. Es injusto, sí, porque la labor que realiza la Iglesia en el campo social, cultural, intelectual y artístico es superior al de cualquier otra institución privada. Pero lo mejor es una Iglesia pobre, es decir, una Iglesia mártir, es decir, una Iglesia santa. Santa y libe para hablar para señalar las canalladas del Gobierno.

Naturalmente, la campaña contra el Cristianismo, la cristofobia que invade al actual Gobierno y comenzaba a infestar al PP, no se acaba aquí. Los bienes son más importantes que el Bien. No, el ataque, no en España sino en todo el planeta, a la Iglesia camina por otras dos vías, aunque su objetivo sigue siendo el mismo que hace 100 años, con el bueno de Combes. A saber:

1. Democratizar la Iglesia. Para ser aceptada como institución, para tener personalidad jurídica, se necesita estar inscrito en un registro. Ahora bien, todo el asociacionismo, toda la sociedad civil está basada sobre la premisa de que su funcionamiento interno debe ser democrático. Naturalmente, ni la Iglesia puede ser democrática ni lo puede ser la familia, pero esa es la excusa para introducirse en su funcionamiento. Lo hizo Combes, pretendiendo nombrar obispos y párrocos, lo hicieron los revolucionarios franceses, lo hacen los comunistas chinos con su Iglesia patriótica, lo hace el Gobierno de Londres con la Iglesia de Inglaterra, y estamos a un paso de que alguien pretenda hacerlo con la Iglesia Católica. Por ejemplo, la ley de asociaciones del PP ya habla de funcionamiento democrático interno.

Por lo demás, es la misma excusa utilizada por los jueces, es decir, por el Estado, para introducirse, cada vez más, en las decisiones familiares, ante el menor desacuerdo entre los cónyuges.

El Ejército, por ejemplo, tampoco puede ser democrático. Ni la enseñanza, ni la sanidad (manda el médico y obedece el paciente). Pero se puede utilizar esa democratización para que el Estado se apodere de la Iglesia.

2. Simplemente construir el derecho internacional cambiando el bien y el mal. No, no es ninguna tontería. Por ejemplo, los derechos a la salud reproductiva no es más que una imposición jurídicamente violenta del aborto. El país que defienda la vida podrá ser castigado, la institución que defiende la vida será sentada en el banquillo de los acusados. Yo estoy esperando que cualquier día alguien lleve ante la Corte Penal Internacional a la Iglesia de Roma por homofobia. Es la subversión de los derechos humanos. Como los mejores comecuras. No se trata de destruir a la Iglesia, sino de conquistarla.

Dos caminos mucho más eficaces que el de privarle del dinero. Lo del dinero, cuanto antes, mejor. Es injusto, porque los católicos pagamos impuestos como todos los demás, pero con tal de cerrar la boca a Mr. Bean, todo puede venir bien. A la Iglesia, desde luego, le vendría de cine: los cristianos espabilaríamos.

Que más vale perder los bienes que perder el Bien.

Eulogio López