Sr. Director:

La visceralidad que satura la política, y más en tiempo de elecciones, motiva que con facilidad se atente contra la verdad y contra el sentido común.

Un ejemplo lo tenemos en la polémica en torno a las declaraciones de la jerarquía eclesiástica en la concentración en defensa de la familia del 30-D, a la que los medios  han dedicado mucha atención. Si los obispos hacen cualquier declaración sobre aspectos éticos que atañen al matrimonio y la familia, la sexualidad o la defensa de la vida, no solo están en su derecho como cualquier otro ciudadano, sino que además es su obligación.

Como pastores de la Iglesia, es a ellos a quien corresponde interpretar y enseñar la doctrina católica sobre estos temas, y no al presidente del Gobierno, ni a José Blanco, ni a ningún colectivo de fieles, sea este progresista o conservador. Y si lo que dicen los obispos al respecto, está en contradicción con lo que propugna cualquier partido o con las leyes que aprueba el Parlamento, o favorece a una opción política determinada no por ello están haciendo política.

Y si lo hacen en tiempo de elecciones tampoco, pues es cuando más conviene iluminar la conciencia de los fieles.  Por otro lado resulta curioso que cuando el Papa y muchos obispos se manifestaron en contra de la guerra de Irak, nadie les acusó de hacer política, a pesar de que ello favorecía al PSOE y perjudicaba al PP.

Federico Gómez Pardo

fredericgomezpardo@gmail.com