Conozco a Hermann Test. Nunca ganaría un precio a la simpatía, no hay quien le aguante, pero hay que reconocer que es el único empleado de la "Plantación Polanco" que se permite un mínimo de ecuanimidad. Ayer, en A-3 TV se quedó en la frontera misma de afirmar que las elecciones del 14 de marzo se habían cerrado en falso. Quería decir con ello, que el PSOE ha ganado gracias al atentado del 14-M, a la conmoción producida en la ciudadanía española y a la rabia subsiguiente frente a un Gobierno que nos ha metido en una guerra no deseada por el pueblo español.
Hoy, los mezquinos artículos de los dos popes de El País, Juan Luis Cebrián y Javier Pradera, insisten en la legitimidad de las urnas. Naturalmente, nadie niega esa legitimidad. Los españoles han querido que Zapatero sea su presidente y no hay nada más que hablar. Ahora bien, unas elecciones pueden ser legítimas a la vez que falsas (se vota en un día, pero los efectos de la votación duran cuatro años. Y lo que es peor: pueden resultar peligrosas).
¿Qué es lo primero que ha hecho, en la mañana del lunes 15 de marzo, el nuevo presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero? Lo primero rendir pleitesía a Jesús Polanco, con una entrevista en la Cadena SER (Grupo PRISA) a don Iñaki Gabilondo. Don Jesús sabe apreciar estos gestos. Además, así se mantiene la relación político mediático del felipismo: no es que el Grupo PRISA sea del PSOE, es que el PSOE es del Grupo PRISA.
Además, era una forma de pagarle el gran favor realizado por la SER a lo largo de la jornada de reflexión, sábado 13, donde, sin el menor pudor, sus piquetes informativos lanzaron al electorado socialista contra las sedes del Partido Popular, para pedirles a los populares que no mintieran y dijeran todo lo que sabían acerca del feroz atentado del 11-M. Zapatero, un aspirante a estadista, no podía interponer la sombra de la duda, el mismo día en el que se enterraban a 200 muertos... pero sí podían hacerlo otros.
Y lo más gracioso es que el Partido Popular inicia la politización del 11-M con las lamentables declaraciones del ministro del Interior, Ángel Acebes, atribuyendo a ETA el atentado y considerando miserable a quien afirmara lo contrario. Pero, a partir de ese momento, el PP, cogido en falta en vísperas electorales, no sólo es transparente, sino que es el partido más transparente del universo, tanto, que lega a enfadar a responsables policiales, que consideran que tanta transparencia atenta contra la discreción que exige toda investigación. Se detiene a cinco sospechosos a las cuatro de la tarde del sábado y se cuenta a las 20:00 horas, mientras los teléfonos móviles echan humo convocando a manifestarse ante la sede del PP.
De ahí que la acusación de Juan Luis Cebrián, en su artículo del lunes 15, resulte miserable: él sabe que el PP no ha mentido, simplemente ha cometido un error tras otro, producto de un empecinamiento. Es más, la llamada de Aznar a Jesús Ceberio, director de El País, pocas horas después del atentado, apuntando a ETA es porque realmente estaba convencido de que era ETA.
Tras cumplir con Gabilondo y la SER, Zapatero se hizo acompañar por Cándido Méndez, socialista antes que sindicalista, a colocar unas rosas rojas en la tumba de Pablo Iglesias. Todo muy simbólico. Dado que el fundador del PSOE está enterrado en un cementerio civil y dado que Zapatero ha sacado de quicio a los dos sindicatos hermanos, UGT y CCOO, con sus propuestas de rebajas fiscales, especialmente de rebaja del Impuesto de Sociedades, el más odiado por los empresarios y el más adorado por los sindicatos.
Horas antes, a la 01:00 horas de la mañana del lunes, cuando ya todas las televisiones habían suprimido su programas especiales, todavía quedaba gente celebrando en la calle Ferraz, sede del PSOE, la inesperada victoria. Es entonces cuando los gritos de ánimo y las loas al líder, se trocaron en otro grito bien distinto: "No nos falles".
Es evidente que nadie tiene confianza en Mister Bean, o Bambi, los dos apodos con los que se ha bautizado a Rodríguez Zapatero. Sobre todo, porque ni él mismo soñaba que iba a obtener casi 11 millones de votos, y que se iba a quedar a 12 diputados de la mayoría absoluta en el Congreso. Y, sobre todo, ni borracho podía prever que le votaran 3 millones de persona más que en el año 2000. Por eso, no tiene un gobierno preparado ni tampoco una política de alianzas previstas. Por eso, no sabe si debe crear un tripartito estatal (no será tan tonto, imaginamos) con los comunistas de IU y los independentistas de ERC (calcadito al Gobierno catalán creado por su correligionario Pascual Maragall) o reavivar la alianza con los nacionalismos moderados (presuntamente moderados) de CiU y el PNV. O gobernar con apoyos puntuales, que nunca se sabe. Simplemente, no tenía ni la más remota esperanza de ganar.
Y es que ha ganado gracias a la guerra de Iraq y a la conmoción creada por el atentado del 11-M... y por ninguna otra cosa. Ahora bien, esta es la cuestión: el pueblo español ha enviado un mensaje terrible a Ben Laden y a todo el terrorismo internacional, ETA incluida: las masacres son rentables políticamente. El asesinato colectivo funciona.
La guerra de Iraq era una guerra injusta. Por tanto, España no debió entrar en ella. Ahora bien, si la guerra de Iraq hubiera sido justa, entonces nadie debería haber castigado al Gobierno Aznar ni tendría derecho a señalarle como el responsable del 11-M. Si te enfrentas a un terrorismo feroz, asumes el riesgo de que te responda de forma cruel y feroz. Pero no por eso debes dejar de enfrentarte a él. Y la prueba está en las encuestas y en el 14-M. Meses después de la guerra de Iraq y el envío de tropas, las encuestas daban vencedor al Partido Popular y la única duda estribaba en si conseguiría la mayoría absoluta. Tres días después, Zapatero aumenta sus diputados en 39 y el PP los reduce en 35.
No, el problema es que aquella guerra era injusta, no que Al Qaeda decidiera vengarse. Porque, si así fuera, entonces no estaríamos exponiendo un argumento: estaríamos mostrando nuestra cobardía. Ahora, Al Qaeda sabe que su crueldad funciona: pueden cambiar gobiernos en Occidente a costa de asesinar inocentes. Ese es el peligroso mensaje que el pueblo español ha lanzado al terrorismo internacional. Y por eso, toda Europa está en alerta... aún más que tras el 11-S neoyorquino. Naturalmente, el primer anuncio del futuro presidente Zapatero, advirtiendo que retirará las tropas españolas de Iraq el 30 de junio, es la confirmación que el asesino Ben Laden estará esperando desde su cubil. En efecto, concluirá el miserable: esto funciona.