En 26 de julio de 1909, una leva de reservista partía del Puerto de Barcelona hacia la guerra de Marruecos. La selección de los reclutas no gustó al pueblo, que mostró su enérgica repulsa hacia el hecho de que los hijos de los ricos pagaran el rescate para evitar la incorporación a filas. Entonces, el pueblo, justamente indignado ante el agravio comparativo, se volvió hacia la ciudad y comenzó a incendiar iglesias. Una relación causa-efecto impecable, lógica: es injusto que los pobres vayan a la guerra y los ricos no : la culpa es de los curas, matémosles. Hasta un niño sería capaz de pergeñar tan aplastante argumento.
El pasado jueves 26 de octubre de 2006, un par de centenares de jóvenes se manifestaban por el céntrico Paseo de Recoletos, solicitando al parecer- vivienda digna al alcance de todos. Con tan admirable motivo, los muchachos, universitarios y adolescentes en su mayor parte, no tuvieron más remedio que arremeter contra el Monasterio de las Madres Clarisas de San Pascual Bailón, ubicado en el mencionado paseo, a un paso de Cibeles, con la sana intención de romper todo lo que encontraran y pidiendo la retirada de los crucifijos, sin especificar si dentro o fuera de los templos y blasfemando contra la Iglesia. El argumento es igualmente lógico : es cosa sabida que los crucifijos y los objetos de culto quitan espacio para las viviendas sociales.
Las monjas cerraron la Iglesia a toda prisa, lo que revela la habitual opacidad clerical. ¿Qué se pude esperar de un clero que cierra las puerta al a juventud? En lugar de dialogar con el pueblo, se encerraron en el claustro. Y es que no saben comportarse como, un poner, el Consejo Superior de la Abogacía Española, como Movistar, Caja de Cataluña, el BBVA, Banco Inversión, Banco Pastor, etc., todos ellos vecinos de las monjas, que mantuvieron sus puertas abiertas sin que los jóvenes rebeldes y emprendedores, pletóricos de conciencia social, les molestan a lo más mínimo. El hecho de que todas las empresas y organismos estén rodeados por miembros de seguridad privada con cara de pocos amigos, no resta un adarme de razón a tan dispar proceder.
Por su parte, la policía mostró un intachable perfil democrático, es decir, no movió un dedo. Con lo que sin duda evitó males mayores como, por ejemplo, un lamentable círculo de odio contra las religiosas, por parte de aquellos jóvenes a los que las fuerzas del orden hubieran impedido, con procedimientos coactivos, ejercer su libertad de expresión (un derecho constitucional, créanme). Asimismo, los medios informativos mantuvieron un discreto silencio sobre el incidente. ¡Qué caramba!, tampoco es tan importante. Es la típica noticia que las fuerzas reaccionarias podrían aprovechar de forma espuria para extraer quién sabe qué deshonestas conclusiones.
San Pascual Bailón está ubicado en pleno centro de Madrid. Una iglesia de reducido tamaño que ha quedado rodeada por centros de negocios y organismo públicos. Es, además, uno de los templos que ha despertado al nuevo hábito, tan simple como eficacísimo : exponer el Santísimo en la Custodia durante todo el día. Es una iniciativa de éxito garantizado, y renuncio a explicar las razones: que cada cual deduzca lo que considere. El caso es que sacar del Sagrado al Santísimo Sacramento y colocarlo en la custodia (desde las 8,30 de las mañana hasta las 6,30 de la tarde) se ha comprobado una media de gran éxito : al parecer, en la sociedad de la imagen la gente quiere ver a su Dios, y no dirigirse a él tras una puerta de metal, por muy dorado que éste sea.
La única pregunta que queda por hacer: ¿a qué viene este odio a cualquier objeto o manifestación cristiana? Seguramente las clarisas son culpables de muchos de los males del mundo eso estoy dispuesto a reconocerlo- pero ese odio irracional, no deja de ser uno de los síntomas de que esto, y por esto entienda cada cual lo que le pete, no va a aguantar mucho tiempo. Sencillamente, esto no hay quien lo aguante.
Por cierto, el libro de moda, no en los circuitos oficiales, sino en los circuitos cristianos, es El padre Elías, de editorial Libros Libres. Aconsejo a todos su lectura por varias razones. En primer lugar es apasionante: una de esas novelas que uno no quiere que terminen. El canadiense Michael OBrien ha tejido una trama tan emocionante como una novela de Agatha Christie, que aúna un conocimiento profundo del mundo, de las postrimerías del mundo y del Señor del Mundo. ¿Que qué tiene que ver el padre Elías con el intento de profanación de san Pascual Bailón? Léanlo y verán.
Eulogio López