El fenómeno okupa en España ha dado lugar, en determinados momentos, a titulares periodísticos donde se da cuenta de  los conflictos originados por estos jóvenes que reconvierten el dicho: la tierra para quien la trabaja en la casa para quien la habita. Con más simpatía que acierto Pau Martínez nos cuenta una historia alrededor de una comunidad okupa instalada en un caserón abandonado a las afueras de una ciudad

Alfredo es un recién licenciado en Derecho, sostén económico de su familia, que empieza a trabajar en un ayuntamiento encargándose de litigios. El primero que llega a sus manos es el enfrentamiento que mantiene, desde hace diez años, el consistorio con un grupo de jóvenes que ocupan una mansión (de propiedad municipal) a las afueras de la ciudad. A Alfredo le encargan que pacte con los okupas para convertir el viejo caserón donde habitan en un centro cívico y social

Reconozco que durante la primera media hora de esta película no tuve claro a qué jugaba el director. Al final resolví que era una comedia con toques románticos y  sociológicos aunque ni lo uno ni lo otro funcionan demasiado bienBien intencionada, al El Kaserón le falta un hervor o, si lo prefieren más claro, que las secuencias estén mejor engrasadas Porque a pesar de su  correcta duración (alrededor de  90 minutos) la película se hace larga quizás porque le falta credibilidad  en la descripción de los  okupas de diseño que aparecen y a los que se justifica como jóvenes comprometidos con la sociedad

Para: Los que vean todas las películas de cine español aunque sean tan modestas de planteamientos como ésta