Reflexión de un directivo catalán, no independentista, se lo aseguro, sino partidario de un acuerdo Madrid-Barcelona. Su tesis puede expresarse así y muchos catalanes, de los que no participaron en la Diada, lo defienden: "Madrid no se mueve, no ofrece nada, así no es posible el acuerdo. A los catalanes que no quieren la independencia, Rajoy debe ofrecerles algo a lo que agarrarse. Es como el hijo pródigo al que el padre no quiere acoger de vuelta la casa".
Es cierto que Rajoy ni se inmuta, pero también lo es que el padre del hijo pródigo no le llamó a casa: vino él solito cansado de haber gastado su fortuna con meretrices (no, no me refiero a Junqueras) y cansado de pasar hambre. Eso sí, cuando regresó, su padre le abrazó y le preparó un festín.
Las alegorías siempre se nos van de las manos en política pero el caso es que Artur Mas (en la imagen) no quiere volver: tiene toda la pinta de que desea mantenerse alejado de la casa paterna. Es verdad que Mariano debería enviar un queo: si Artur regresa al hogar será recibido con gran jolgorio. Pero el padre no puede traer al hijo a la fuerza. Eso no sería democrático.
Y tampoco parece que el retoño Artur esté carcomido por el arrepentimiento, como revela su último invento: enseñar árabe y religión islámica a los niños catalanes. Es como si el hijo pródigo, mientras cuidaba a los cerdos, estuviera gritando: "Fastídiate Papaíto, o sueltas más guita o no vuelvo a casa".
El 9 de noviembre no pasará nada de nada. Pero el día 10, para cortar esta especie de éxtasis colectivo secesionista que ha inundado Cataluña, Rajoy debiera lanzar el queo. Porque esto se hincha y el peligro no es que Cataluña se independice sino que acabemos todos a tortas, lo que se conoce como guerracivilismo.
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