Como dice Chesterton, "un estado despótico suele ser una democracia fatigada". No suele ser la democracia la que sucede a la tiranía como una evolución positiva de ésta, sino la tiranía la que sucede a una democracia degenerada, porque casi todas las evoluciones, tan queridas por la mentalidad progresista, suelen ir a peor.

De hecho, la grandeza del hombre no vive de evoluciones sino de revoluciones.

Es lo que sucede ahora mismo en Europa. Una democracia fatigada que está pidiendo a todas luces, no la lenta, moderada y evolutiva estabilidad política, sino la ardiente revolución, obligada a empezar de cero, porque la vieja Europa no da para más, olvidando como ha el cristianismo que la parió. Por eso, Occidente se encuentra ante una curiosa alternativa: reinventar la democracia, un sistema basado en el principio de que el hombre es sagrado por ser hijo de Dios (y si no es hijo de Dios no es sagrado) o caer en manos del panteísmo oriental, el mismo que ha dado lugar a todos los totalitarismos modernos, bajo el nefando principio de que la humanidad es más importante que el hombre y la comunidad más que el individuo, el sofisma más aceptado en toda la historia del pensamiento humano.

Para Vladimir Putin, la Madre Rusia es como la madre tierra para los hombres de Naciones Unidas. Ayer era una madre Rusia sovietizada y hoy es una madre Rusia en nombre de la cual puede perpetrarse cualquier atentado contra cualquier rebelde. Es el maquievelismo panteísta, reflejado en la forma en la que Putin se ha enfrentado al terrorismo. ¿Recuerdan? Si unos chechenos toman rehenes en un teatro, se justifican las maneras y en nombre de la madre Rusia -o de la madre tierra- se asesina a secuestradores y rehenes, en perfecta equidad. El fin justifica los medios, el bien de la humanidad justifica la muerte violenta de seres humanos inocentes.

El alma eslava que lleva siglos viviendo en la frontera entre el Oriente panteísta y Occidente cristiano, lleva el mismo tiempo debatiéndose entre los dos únicos credos, filosofías e ideologías existentes: cristianismo frente a panteísmo, hombre frente a humanidad.

Putin es tan bestia porque es oriental de corazón. Los georgianos, como otros pueblos de matriz eslava, con los bálticos, los polacos, ucranianos, armenios, tras 70 años de panteísmo comunista están buscando a tientas volver a Cristo, están buscando la revolución, el volver a empezar. Rusia, por contra, apenas ha estrenado democracia y ya está cayendo presa del panteísmo oriental, el reverso tenebroso del alma eslava, tartarizada por la influencia maléfica que siempre ha ejercido la Siberia asiática en Moscú.

Por eso es tan importante apoyar a Georgia... e indirectamente a Rusia. El espíritu georgiano debe vencer a los tanques rusos... por el bien de ambos.

Eulogio López

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