El crecimiento desbocado de nuestra deuda nos hizo pasar de combatir la reducción del PIB a combatir el déficit. Este es el cambio de escenario, según Ocaña. ¿Por qué el cambio? Nuestros acreedores se cansaron de prestarnos dinero y nos exigieron reformas. Ahora ya no decidimos nosotros sino los mercados, esos señores que nos prestan dinero para poder seguir gastándolo. El problema es que nuestros acreedores no sólo empezaron a desconfiar de nuestras posibilidades de crecimiento sino de que pudiéramos devolver los préstamos.
Por eso ahora estamos en manos de esos acreedores. Y lo malo de estos es que los acreedores sólo quieren cobrar; les da igual lo demás. Por eso FG apunta que hay que recortar el crecimiento de deuda asegurando la generación de recursos. Austeridad y crecimiento. Unos objetivos que no siempre son compatibles. Y menos en el corto plazo.