El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, anunció hace algunos días en el Congreso de los Diputados su intención de modificar la actual política practicada con el Gobierno de Castro y la disidencia cubana.

Como se recordará, la UE alcanzó un acuerdo para invitar a representantes de la disidencia cubana a las fiestas nacionales. Y es precisamente ese acuerdo el que Desatinos pretende remover, ya que, en su opinión, la actual política no ha permitido avanzar en el proceso de democratización de la isla.

El 12 de octubre, fiesta nacional española, la Embajada de España en Cuba invitó a la disidencia, tal y como se hace desde algunos años. El embajador empezó afirmando que el Gobierno español quiere mantener relaciones con toda la sociedad cubana. También lamentó que los representantes del Ejecutivo cubano no estuvieran en la celebración del día de la Hispanidad debido a la presencia de la disidencia, a la que -obviamente- no reconocen y encarcelan.

Pero lo más duro vino cuando afirmó que iban a "sustituir las medidas de la UE por otras". O sea, discurso Moratinos, que, al fin y al cabo, es su jefe directo. Al finalizar el acto, el embajador se acercó al disidente Oswaldo Payá, presidente del Movimiento Cultural Cristiano y promotor de una iniciativa legislativa que trata de regular la transición democrática en la isla. Payá mostró su desacuerdo con el cambio en la política española respecto a Cuba, se sintió expulsado del acto y abandonó la celebración tras comunicarle al embajador de España que está en su derecho de invitar a quien considere oportuno a su casa.

Claro que invitar a alguien para decirle que no le volverá a invitar más es todo menos diplomático. Y no por el gesto humano, sino por el significado político que tiene el cambio de política anunciado por Moratinos. Los empresarios españoles en Cuba aprueban el cambio y aplauden al señor embajador. Siempre es mejor estar cerca del sol. Se está más caliente.