Panamá ya tiene su Rocco Butiglione. Liborio García Correa fue elegido Defensor del Pueblo el pasado 24 de marzo por 48 votos de los 76 diputados. Goza en su curriculum profesional del prestigio de ser catedrático de la Universidad del Itsmo, abogado de una importante firma y Magistrado del Tribunal de Honor del Colegio Nacional de abogados.
Pero lamentablemente, en su CV también consta como antiguo alumno del Colegio de San Agustín. Y peor: ministro de la comunión. Y eso es imperdonable para el lobby rosa y feminista. ¡Un católico confeso en la política! ¡Jamás! Así que la prensa panameña lleva mes y medio de ataques furibundos a un Defensor del Pueblo que ya se atreven a tildar de breve. Los ataques son tan irracionales que se permiten afirmar que el Sr. García pega a unos hijos que no tiene y le acusan de racismo cuando está casado con una mujer no de raza blanca.
Veamos. Las feministas argumentan que el hecho de que el Sr. García haya sido acusado de maltrato doméstico es argumento suficiente para sostener su no idoneidad. Se les olvida que el caso fue sobreseído por el ministerio público. O sea, que no hubo tal maltrato. Se les olvida además que su mujer, Hilda Lorena Moreno, nunca ha testificado en su contra. ¿Por qué presentó entonces la denuncia? Esa es una buena pregunta.
Y sobre todo, a esta minoría radical se le olvida que quien debe decidir la idoneidad o no del Defensor del Pueblo es la cámara. Y ya lo ha hecho. ¿Respetamos o no respetamos las reglas del juego? Por supuesto que no. La minoría inquisitorial siempre se siente en el derecho de juzgar y sentenciar. Sólo ellos, ese nuevo sanedrín de feministas, tienen la exclusiva para otorgar carnets de buena conducta.
Y como casi siempre, esa minoría radicalizada, que no tienen el coraje de someterse al escrutinio de las urnas, se termina imponiendo por la fuerza de la difamación reiterada. La Asamblea Nacional de Diputados ha creado una comisión que evaluará el desempeño del Defensor del Pueblo mes a mes. O sea, una auditoría permanente en pleno cogote. Incluso la Corte Suprema panameña está pensando la fórmula para revocar su nombramiento y obligarle a dimitir.
Ya está bien del acoso al diferente. Ya está bien de la intolerancia hacia el que se manifiesta religioso. Ya está bien de mirar para otro lado cuando la cámara y las puñetas no les satisfacen. Ya está bien de este fascismo feminaza que atemoriza la vida social. En defensa del Defensor del Pueblo panameño. Por Justicia. Y también por libertad.
Luis Losada Pescador