Lo que está en marcha es una verdadera rebelión interna de católicos progres, es decir, los del Nuevo Orden Mundial (NOM) que persiguen dos objetivos: neutralizar al Papa actual y ocupar el sillón de Pedro cuando Benedicto XVI se marche al Cielo (de lo cual, estoy convencido debe estar deseoso).
Bien por el cardenal Marc Ouellet pero me temo que las declaraciones sobre el condón -interesadamente infladas por los medios al servicio de la doctrina NOM (es decir una mezcla de capitalismo y abortismo)- así como la artificial polémica de los lefevrianos sólo son la punta del iceberg del verdadero ataque contra el Papa.
Dos son esos ataques ahora mismo: el intento de crear una religión mundial, que deberíamos calificar, si no fuera muy largo el término, como ecopanteísmo. Toda la actividad doctrinal de Naciones Unidas se centra ahora en este proceso donde, naturalmente, lo primero que se nos cuenta es que el ser humano no es más que un elemento más de ese todo llamado vida, y que no puede presumir de llegar mucho más allá de la rata común. Y encima, no está en peligro de extinción (al menos, eso es lo que los progres creen). Pero insisto, más importante que el odio hacia la persona, hijo de Dios, el ataque consiste en la creación de uno nuevo Decálogo, de un nuevo credo y, sobre todo, de un nueva moral. Hasta la edad moderna, la perversidad consistía en incumplir la norma morales y la ley natural; desde entonces, la inmoralidad consiste en la fidelidad a los contravalores. Por ejemplo, las abortistas aseguran que matar al niño concebido no sólo no debe ser punible sino que es un derecho. Algo que, desde hace 200 años fue siempre llamado la blasfemia contra el Espíritu Santo, o confusión entre el bien y el mal, en la atribución a Satán de las obras.
La segunda línea de ataque se llama conciliarismo y es viejo como el pecado original. El País publicaba días atrás la entrevista con un afamadísimo y cultísimo cardenal de la Iglesia, en su día papable, en la que se apostaba sin ambages por el conciliarismo y por destruir el magisterio con originalidades tales como el acercamiento a los divorciados, los gays y demás. Siempre con el mismo retorcido argumento: si no hacemos esto, millones de personas se alejarán de la Iglesia. Es decir, no hagáis esto o aquello porque sea verdadero o justo, sino por alguna otra razón.
Y todo esto es bello e instructivo, porque demuestra que es pecado, y grave, desear que se muera la gente, pero es virtud, y muy saludable, elevar nuestras preces porque el innominado cardenal se marche cuanto antes al Cielo.
Por supuesto que estamos viviendo un ataque en toda regla contra el Papa: conciliarismo y sincretismo. Todo ello vendido como una novedad, claro está, porque, como recordaba Chesterton: las nuevas filosofías no son más que viejos errores.
Eulogio López
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