El Pleno del Congreso aprobó hoy una proposición de Ley en la que se declara el 2006 como Año de la Memoria, en homenaje y reconocimiento tanto a las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo, como a los impulsores de la Transición democrática. La propuesta contó con el respaldo de seis grupos parlamentarios (PSOE, IU-ICV, CiU, PNV, CC y Grupo Mixto), la abstención de ERC y el rechazo del PP.
Así canalizaban las agencias de noticias el año de la memoria histórica, que el Gobierno Zapatero impulsa con ganas, aunque se trate de una memoria muy selectiva: la de los republicanos de la Guerra Civil, y no tanto la de los republicanos, sino la de las izquierdas más recalcitrantes y rabiosas, que entre los republicanos españoles también había mucha gente de bien.
Pues bien, quiero transcribir unas palabras de uno de los libros que más me ha impresionado últimamente. Se trata de Históricamente incorrecto, del francés Jean Sévilla, que lleva por subtítulo : Para acabar con el pasado único. La obra se la debemos a un editor novel, Antonio Arcones, que está realizando maravillas desde el nuevo sello Ciudadela. Y es que con el mundo editorial está ocurriendo algo similar a las editoriales informativas: cuanto más pequeñas, mejor.
Sirve para Francia y también para España y las citas no precisan glosa alguna. A saber:
Es la diferencia entre historia y memoria. La historia razona, explica, analiza. La memoria se basa en reminiscencias y sentimientos, con lo que eso puede tener de subjetivo : sus omisiones, voluntarias o involuntarias, no restituyen la realidad en todas sus facetas. Toas las memorias tienen derecho a la palabra pero no hay que confundir. La memoria divide, la historia une.
Cultivando la denigración del pasado, lo históricamente correcto constituye un síntoma de una enfermedad demasiado extendida: el odio a sí mismo.
Nosotros, los europeos, hemos sido educados en el odio hacia nosotros mismos, con la certeza de que en nuestra cultural un mal esencial exigía penitencia. Este mal reside sólo en dos palabras: colonialismo e imperialismo.
Y toda esta visión de la historia tiene una traslación, con su revancha dirigidas hacia le pasado, se proyecta en el futuro, en la futura generación. Los pequeños respiran esa colección de tópicos, especialmente trasmitidos en el colegio
Y todo ello repercute en la enseñanza, en los más pequeños, mentes vírgenes que algunos se empeñan en llenar de inmundicias. Nuestro sistema escolar se dirige a menores que están de vuelta de todo sin haber ido a ninguna parte.
El Gobierno socialista lo llama educación para la ciudadanía. A tenor del programa de la asignatura presentado ayer por la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, sólo cuenta con una enseñanza, llamado tolerancia y se supone que el objetivo oficial es la libertad. Lo cual es ridículo, porque la libertad no se enseña, se vive. Incluso en la escuela, mientras aprendes otra cosa.
Eulogio López