Una de frase eufónica que suele provocar una reacción de asentimiento inmediato. Luego lo piensas un poco, repiensas los argumentos que la justifican y llegas a la conclusión de que no: mire usted, el agua sí es una mercancía. De hecho, se lleva comprando y vendiendo desde hace mucho tiempo. El agua es un don de Dios, que hace llover sobre justos e injustos. El hombre, como ser de la creación, ha comprado y vendido agua desde hace muchísimo tiempo. Como ha vendido carne, pescado o tierras. Y todo ello es vida. Vida, que no persona.
Lo que hay que perseguir es el aprovechamiento abusivo que alguien, o 'alguienes', puedan hacer del agua a costa de los demás, coetáneos o descendientes, no poner al hombre al servicio de la vida y del agua.
De hecho, el ecopanteísmo -en Occidente conocido como ecologismo- equipara a todo tipo de vida: la humana -la única especie racional-, los animales y las plantas, al tiempo que personifica la naturaleza y el planeta tierra, objeto de sus desvelos, y sitúa al hombre al servicio de esa tierra, no al revés. Para el Cristianismo, es el planeta el que está al servicio del hombre, no al revés, y el único límite a su explotación es mantenerlo para otros hombres, los de las futuras generaciones. No por mantenerlo, sino porque lo necesitarán otros hombres: nuestros hijos… para seguir explotándolo.
Y si quieren distinguir entre ambas cosmovisiones -cristianismo y panteísmo- descubrirán que la Iglesia siempre se refiere a la persona mientras los ecopanteístas sólo hablan de vida.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com