Sr. Director:
El pasado lunes 15 de abril colgamos en nuestra una noticia crítica con el hecho de que entidades vinculadas a la ACdP, realizasen un homenaje a un abortista confeso como Manuel Fraga.Al día siguiente y en Infocatólica, el P. Tomás de la Torre, yerra e injustamente nos sitúa junto a unos "resabiados" denominados Vidal y Bastante. Afortunadamente, multitud de sus lectores (e incluso el mismo director de Infocatólica), salieron en nuestra defensa. Ese mismo martes 16 publicamos un nuevo artículo y una segunda entrada el miércoles 17.

Finalmente anteayer miércoles (sin duda abrumado por nuestra cargante insistencia antiliberal), don Eulogio López (director de Hispanidad.com) se descolgó con una crítica y sentenció: "resulta que yo (Eulogio) soy católico y liberal", que fue rápidamente contestada ayer jueves, desde la CTC. 

El liberalismo como tal no es que 'defienda' la propiedad privada, sino que la absolutiza. Por contra, la clarísima doctrina católica deja claro que la propiedad privada no es un bien absoluto, sino que es un bien de orden secundario, producto de la libertad humana.

Es decir, la propiedad privada no es creada por Dios, pues Dios, en el principio, hizo los bienes de la Creación comunes a todos los hombres. La propiedad privada como tal, es configurada por el propio hombre, y eso no significa que sea mala, pues en un estado de caída, es buena para mantener ordenada la vida en comunidad, pero el desenvolvimiento de la Cristiandad occidental, precisamente desarrolló numerosas formas de propiedad compartida que imponían limitaciones a la propiedad limitada absoluta, de forma que el señor compartía usos y propiedad con los colonos, u otras formas de uso o trabajo de la propiedad, distinguiéndose entre 'propiedad eminente' y 'propiedad útil', por ejemplo, ordenándose de esta forma la propiedad a un aprovechamiento justo y diverso entre diferentes miembros de la comunidad social y política.

La propiedad privada no tiene ni que abolirse ni que elevarse a la categoría de dogma absoluto, sino simplemente situarla en su verdadero lugar con respecto al bien común de la comunidad a que está ordenada.

El objeto de la propiedad o de los recursos en general no es otro, que el cubrir las necesidades de la humanidad. Es por ello que los católicos jamás debemos ensalzar la propiedad privada, por encima de las necesidades concretas de las personas. En otras palabras: La Doctrina social de la Iglesia solo considera la propiedad privada como un bien, debido a la naturaleza caída del ser humano, dado que supedita los bienes disponibles, a las necesidades de las personas.

Casos prácticos:

Imaginemos que estamos una tarde en nuestra hermosa, pequeña y solitaria casita de campo e inesperadamente se desata una terrible tormenta de nieve. Un autobús se estropea a escasa distancia de nuestra casa y los viajeros no tienen más refugio que nuestro hogar. La Doctrina Social de la Iglesia nos obliga moralmente a abrir las puertas de nuestro hogar y a compartir con ellos, lo mucho o poco que tengamos (mantas, comida, energía...). Y si no hubiera nadie en nuestra casa, tendrían los necesitados derecho a disponer de ella aun sin nuestro permiso, en la medida que ello fuese realmente necesario.

Pongamos otro ejemplo: Un católico relativamente acaudalado tiene varios pisos repartidos por su ciudad. Conoce bien a varias familias que se han quedado en paro y que están angustiadas: Tiene obligación de poner a su disposición esas viviendas, al precio que buenamente puedan pagar.

Pero no es solo la propiedad privada, es toda la economía y podemos poner algunos ejemplos: 
La economía liberal premia el esfuerzo personal, adecuando el salario a la capacidad productiva del asalariado. Por el contrario la D.S.I. limitaría parcialmente ese salario productivo, para redistribuir una parte de los beneficios obtenidos por la comunidad, para favorecer a aquellos que tienen unas mayores necesidades (por deber mantener una familia, por enfermedades...).

Resumen:

La propiedad privada para la D.S.I. no es un absoluto, es una forma imperfecta de ordenar los bienes disponibles y en consecuencia, para un católico debe estar caritativamente supeditada a las necesidades de la comunidad... sin permitir el abuso del vago o del maleante, que es el desorden a evitar, claro está.

Alegría pues, señores y sean generosos a la hora de ayudar a los demás con sus recursos, -y no caigan en esta ideología individualista que ha corrompido el sentido del antiguo adjetivo 'liberal'-, que nada hay que pueda hacernos más felices que compartir lo que tenemos, con las personas que nos rodean y que realmente lo necesitan.

*Recuerden que antiguamente el adjetivo liberal, significaba 'GENEROSO', término que aun hoy mantiene la RAE, como primera aceptación en el diccionario.

La Cruz de San Andrés