Se llama Ruth. Sin apellidos, para proteger su anonimato, como nos solicita. Es una de las muchas mujeres que han contactado con la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA: www.vozvictimas.org) para liberar la angustia que llevan dentro. "No es una cuestión de religión o de moralidad, sino de naturaleza", señala Ruth. Y es que es evidente que se aborta un hijo. Y eso nunca sale gratis. Pasa enorme factura, con IVA.

Ruth se pregunta retóricamente qué somos durante los primeros tres meses. ¿Por qué cuando realizas una eco durante las primeras semanas aparece un saco embrionario en forma de ser humano? ¿Cómo se le llama a eso? Esta es la realidad. En el caso de Ruth, pensó que se trataba exclusivamente de moralidad. Así que decidió saltarse las normas de la naturaleza y ‘solucionar' su problema. "Pero se me acabó la vida al mismo tiempo". ¿Cómo olvidar –a pesar de que tenía 4 semanas y de que supuestamente no era nada- ese sangrado abundante y lleno como de pellejos?, se pregunta Ruth. "Era la sangre de un angelito que nunca pidió nacer, pero que tenía todo el derecho –como cualquiera de nosotros- a nacer", concluye nuestra protagonista.

Y ese derecho a nacer, añade Ruth, está por encima de los motivos del embarazo. "No importa si es por violación o que se trate de un embarazo no deseado; no hay motivos para actuar con más violencia contra un ser que no se puede defender", señala. Ruth se pregunta además qué hubiera pasado si nuestros padres no nos hubieran dado la oportunidad de la vida.

Y desde el momento en el que una ‘soluciona' su problema, comienza la angustia. "Yo, en lo personal, a año y medio de haber abortado no saben cómo me arrepiento; sé que mi bebé ya me perdonó, pero lo más difícil es lograr el perdón de uno mismo; esa misma culpabilidad que se sacude día con día y más en fechas representativas como cuando hubiera nacido, el día de madres o la fecha del aborto, o el ver a un bebé y pensar en el tuyo y pensar a quién se hubiera parecido". Un sentimiento de culpa que –señala- "no me deja vivir en paz; en se momento, pierdes la luz en tu camino". Así lo expresa en una carta escrita a su bebé abortado.

Tremendo. Ruth tiene claro que se equivocó con un error irreversible que le acompañará toda su vida. Comenzó la idea de suicidio para irse con su bebé. Afortunadamente se encontró en el camino con una terapeuta que le ayudó. Y también pudo compartir sus sentimientos con mujeres que como ella ‘habían decidido sobre su cuerpo'. El mismo cuadro: angustia, depresión, trastornos del sueño, sentimiento de culpabilidad e incapacidad para ver bebés.

No sólo eso. Ruth recuerda su aborto con cada regla. Le recuerda al sangrado de su aborto. "Esa sangre que derramó mi bebé por mi egoísmo, miedo y cobardía".

"Yo ahorita no estaría contando mi testimonio, porque a partir de lo que hice se me apagó la existencia: tengo un dolor del que nadie me avisó antes". Y un aviso para los padres. La pareja de Ruth es médico. "El también pensaba que era un par de células; pero hoy se ha dado cuenta de que no es así y que ha traicionado su ética como médico y de persona".

Así que la conclusión de Ruth es clara: "Por favor, no actuemos contra más violencia y demos la oportunidad a ese bebé que tenga derecho de nacer y de aportar algo a nuestra sociedad; no le neguemos esa oportunidad".

Luis Losada Pescador