Sr. Director:
Aquí todo el mundo es experto en teología, particularmente políticos y escritores.
La verdad es que erigirse en maestro de lo que no se ejerce como oficio no deja de ser una falta de honradez intelectual.
Así, el político Bono, que muestra un gran afán de notoriedad, busca la foto en la parroquia rebelde de Madrid, y se permite el lujo de darnos lecciones sobre la Eucaristía y la iglesia de los pobres.
Los siete millones de personas ayudadas por Caritas en España en el 2006 encontraron, afortunadamente, más cristianos dispuestos a solidarizarse con ellos que a fotografiarse. Esa es la iglesia de los pobres, o sea, la iglesia.
El escritor Pombo se permite decir cosas de Jesucristo en la contraportada de El Mundo que no diría de Mahoma. Parece ser que la condición de escritor autoriza a escupir sobre el personaje más influyente de la historia y al que adoran como Hijo de Dios mil millones de personas.
Pero la cuestión no es tanto que exponga ideas que contradicen los Evangelios, sino que no las fundamenta. Las dice como el que bromea tras varias cervezas en la barra de un bar. Se indigna contra los comentarios machistas (hace bien), pero se concede frivolizar con la sexualidad de Jesucristo. Realmente su ejercicio de incoherencia es de manual.
El ensayo de Marañón sobre Tiberio, que aborda el resentimiento, arroja luz sobre esta cuestión. Hablo de quienes, no compartiendo la visión cristiana de la sexualidad, juegan a burlarse de ella. La chanza es el arma de quienes renuncian a una argumentación intelectual.
Su pensamiento está demasiado obstruido por las hormonas. Como decía San Pablo, el hombre animal no entiende las cosas que son del Espíritu de Dios.
Argumenten, razonen, no tergiversen los Evangelios, no repitan –sin citarlos- a los deconstructores ilustrados del cristianismo que pusieron puente de plata a los totalitarismos "humanistas" y "científicos" del siglo XX.
Puestos a burlarse, mejor lo hacían los goliardos (y además, en latín…).
Antonio Barnés Vázquez
barnesius@hotmail.com